
Los consumidores arrancan la operación salida con la buena noticia de la bajada de los precios de los carburantes. En concreto, el litro de diésel ya se paga en un buen número de provincias entre los 88 y los 95 céntimos, lo que supone que vuelve a situarse en la frontera de menos de un euro por litro. Estos descensos llevan el precio de los carburantes a los niveles más bajos de los últimos ocho años, lo que impulsará los desplazamientos.
De hecho, hasta mayo, último mes de datos disponibles, se registraron las mejores cifras en consumo de combustibles de automoción desde 2010, aumentando un 5,8% con respecto al mismo periodo de 2016. Resulta evidente que los bajos precios del petróleo se trasladan también al consumidor final, evidenciando con ello el correcto funcionamiento de un sector liberalizado que, en el pasado, había sido fuente de sospechas por no repercutir las caídas de crudo en toda su magnitud.
Pero es llamativo que esta importante bajada se produzca cuando la media de precios del petróleo hasta mayo era de 52,8 dólares frente a los 43,65 del mismo periodo de 2016. La explicación está en el euro, cuyo fortalecimiento frente a la divisa americana favorece un escenario de bajos precios de las gasolinas, que mantiene a raya la inflación.
Es más, el IPC de junio se sitúa en el 1,5%, cuatro décimas menos que en mayo. Lejos de extender los temores por un inexistente proceso deflacionario, debe recordarse que los bajos precios coinciden ahora con una etapa de fuerte avance del PIB, que ronda el 4%. Por tanto, los carburantes baratos constituyen una importante ayuda. Impulsan la competitividad y contribuyen a afianzar la solidez de la actual coyuntura de crecimiento.