
Los 600 trabajadores de Central Lechera Asturiana (Capsa) cobran un 80% más que la medida del sector, gozan de 38 días de vacaciones y, además, piden subidas del 10% y, lo que aún es más llamativo, que los hijos de los empleados hereden el puesto.
Al igual que ocurre con el gremio de estibadores, este tipo de situaciones resultan inaceptables en una economía moderna, ya que atenta contra un principio tan básico como la libre competencia en el mercado laboral. Lejos de entender lo anacrónico de su postura y de considerar la revisión salarial propuesta por la compañía, el sindicato de Asturiana se empeña en mantener unos privilegios inauditos, convocando una huelga que carece de toda justificación.