
La lucha interna que, desde hace semanas, se desarrolla en Banco Popular provocó ayer la salida de Ángel Ron de la presidencia. Los serios apuros de la entidad en bolsa, con un desplome superior al 70 por ciento solo en 2016, han acabado truncando la trayectoria de Ron, íntimamente ligada a Popular. No se le puede reprochar al ya expresidente el haberse paralizado ante el deterioro, ya que condujo un profundo ajuste de plantilla y oficinas, al tiempo que proyectaba paliar el excesivo peso del ladrillo, segregándolo a una nueva inmobiliaria cotizada.
Con todo, debe reconocerse que 34.000 millones en activos improductivos constituye un problema cuya gravedad requiere más pasos y de mayor rapidez. Era inevitable que los mercados mantuvieran una desconfianza, que también se extendió al resto del sector bancario. De hecho, la imposibilidad de que ninguna entidad se comprometiera a absorber al Popular llevó al ministro de Economía, Luis de Guindos, a mostrarse favorable a la destitución.
Tras la salida de Ron, es urgente mirar al futuro, pero cabe hacerlo con optimismo, como ayer mostró el alza en bolsa de la entidad, gracias a la llegada del exvicepresidente de JP Morgan, Emilio Saracho. Su perfil, curtido durante años en la banca de inversión, y en el consejo de administración de grandes empresas, como Inditex e IAG, es lo que Popular necesita en su nueva etapa. No en vano todo apunta que necesitará otra ampliación de capital, pero ahora destinada a dar entrada a un nuevo socio.
Saracho conoce muy bien este tipo de operaciones y, bajo su mando, es posible que solvente los grandes retos pendientes, como son completar el saneamiento, recuperar la rentabilidad y, posiblemente, retomar los planes de fusión con otra entidad.