
Cada año, la llegada de turistas bate un nuevo registro (68,1 millones en 2015). En algunas urbes, la masificación origina problemas de convivencia con los vecinos, lo que ha llevado a que ciudades como Barcelona busquen el remedio prohibiendo la apertura de más hoteles. Estas medidas deben ser tomadas como una solución temporal, porque los problemas en otros países rivales y el auge del alquiler vacacional seguirán atrayendo al turismo de masas.
El reto es elevar el nivel de las personas que nos visitan. Se reducirá su número pero los ingresos no se resentirán por el mayor poder adquisitivo de un visitante, que no viene sólo en busca de sol y playa, sino de una amplia oferta cultural, que es necesario ofrecer. Es lo que ya está haciendo Baleares.