Editoriales

La bolsa planta cara al yihadismo

Los atentados de ayer en Bruselas, comparables en brutalidad a los cometidos en París en noviembre, sólo pueden provocar una profunda consternación que no debe impedir, con todo, la ponderación sosegada de todos sus efectos, con objeto de minimizarlos. En el plano económico, merece resaltarse que los mercados han evitado el pánico. En Europa, tan sólo el Ibex 35 cerró en negativo, pero con una leve caída (0,32%) que atemperó los descensos superiores al 1% del inicio de la jornada.

Es una reacción razonable: la ya larga y dolorosa convivencia de Occidente con el yihadismo enseña que, mientras sus zarpazos se reduzcan a un mínimo incontrolable de acciones, resulta posible impedir que los terroristas logren uno de sus objetivos: paralizar la economía.

A ello se suma el hecho de que las bolsas, tras semanas de vaivenes, cuentan con dos fuerzas estabilizadoras. Por un lado, el barril de crudo resiste por encima de los 40 dólares: por otro, China lanza un mensaje de tranquilidad, al haber permitido que el yuan acumule una revalorización del 0,1% respecto al billete verde en el año. Sobre estas bases, las bolsas pueden plantar cara al yihadismo, pese a la volatilidad reinante, como de hecho llevan haciéndolo desde 2004, cuando este fenómeno empezó su auge en Europa.

Sin embargo, conviene no perder de vista los perniciosos efectos colaterales económicos que una lacra así es capaz de provocar. En una Unión Europea ya acosada por los problemas que genera la crisis de los refugiados sirios, es posible que los planes de limitar la libre circulación de personas, capitales y mercancías se vean reforzados, lo que repercutirá en la productividad y el crecimiento.

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