
Los mercados mundiales vivieron ayer una nueva jornada aciaga, que los aproximó al nivel de sus soportes críticos. De ello pueden dar fe las bolsas europeas, después de que el Eurostoxx 50 rozara los 2.800 puntos, sus mínimos de 2014, y el Ibex 35 cerrara en las 8.281 unidades, tras retroceder un 3,2%. Llegados a estas cotas, se vislumbró la posibilidad de que los soportes quedaran perforados y las caídas se prolongaran.
Invitaba a pensar así un contexto de pánico en el que, especialmente en EEUU, se especula con la posibilidad de que lo que ha empezado siendo una crisis financiera se traslade a la economía real. No en vano millones de ahorradores estadounidenses parecen atrapados en una tormenta perfecta, con perjuicios tanto en renta variable como en bonos corporativos (renta fija), lo que amenaza con minar el consumo, el motor del PIB de su país.
Sin embargo, fueron precisamente las subidas bursátiles en EEUU lo que animó a cambiar la valoración y evitar el alarmismo. A ello se suman unas expectativas sobre la economía mundial que, como demostró el FMI esta semana, descartan una recesión del PIB global y confían en que la desaceleración de China será gradual.
En el caso particular de la zona del euro, el BCE también está en condiciones de contribuir a las mejoras si, como se especula, deja entrever nuevas acciones tras la reunión que celebra hoy su Consejo de Gobierno. Dado el nivel de volatilidad existente, resulta extremadamente difícil hacer predicciones, pero ese hecho no debe impedir valorar que, por fundamentales, no existen motivos que justifiquen la prolongación del pánico y, por ello, los soportes clave siguen, de momento, funcionando