
Las estaciones de servicio no podían dejar de notar los efectos de la crisis. Las dificultades económicas que han atravesado multitud de familias hicieron que redujeran drásticamente sus viajes y, con ello, su demanda de combustible. Del mismo modo, los avances técnicos provocaron que el consumo de los automóviles modernos sea mucho más reducido que el propio de los vehículos más antiguos.
Por si fuera poco, la oferta se ha visto incrementada, en la medida en que el número de estaciones de servicio operativas ha crecido un 20,3% desde el inicio de la crisis. La suma de todos estos factores arroja como resultado una disminución de las ventas medias de estos establecimientos del 32% desde 2007.
Ante unos números tan contundentes, el sector debe buscar alternativas para ganar competitividad como diversificar sus servicios o apoyarse en otros negocios para obtener valor añadido. La integración de supermercados dentro de las estaciones de servicio como hizo, por ejemplo, Cepsa con Carrefour es una fórmula que merece continuarse. En paralelo, el sector debe trabajar por poner fin a la autonomía que muestra la evolución del precio del combustible, que, en su crecimiento, no manifiesta sensibilidad ni a la caída del consumo ni, lo que es más llamativo, a la evolución de su materia prima, el barril de petróleo.
Mientras este último ha experimentado un descenso de su cotización del 23% desde 2007, en idéntico periodo de tiempo, la gasolina, en su variante sin plomo, se encareció en más de 16 puntos porcentuales. Sólo en este año, con el crudo en mínimos, el precio de la gasolina subió un 14,6%. Urge poner fin a esta anomalía.