El BCE ha sabido responder al revuelo que vive el mercado de renta fija, el causante de que el 90% de los planes de pensiones y los fondos de inversión europeos registren pérdidas en las últimas semanas. Bastó con que la institución que preside Mario Draghi hiciera un ajuste en la compra masiva de activos que inició en marzo, adelantando a este mes y el siguiente las adquisiciones previstas para el verano.
Según la explicación oficial, el cambio en los plazos se hace para compensar el descenso de actividad propio de las vacaciones. Ahora bien, lo que el BCE logró, creando la expectativa de que demandará más bonos, ha sido animar a los inversores a adquirirlos, en vez de venderlos masivamente, lo que propinó un ascenso en vertical a estos títulos.
En el caso del bono español, le permitió escalar un 1,42% en cuestión de horas. La manera en que el BCE movió ficha también se notó en la depreciación del euro hasta sus mínimos del mes (1,12 dólares), y en la subida generalizada de las bolsas europeas. Ahora bien, no debe atribuirse a Fráncfort todo el mérito en esos movimientos. El incendio en el mercado de renta fija era violento, pero respondía a una corrección necesaria: era irracional que el precio de los bonos siguiera al alza en un contexto de recuperación económica. Igualmente importante es, por tanto, la influencia de la expectativa de un principio de acuerdo entre el Eurogrupo y Grecia, que Berlín y París avalan.
La posibilidad de liberar 5.000 millones para Atenas, a cambio de un programa de reformas más suavizadas logrará ganar tiempo para afrontar un conflicto enquistado y los mercados lo premian, aunque el problema (como ha vuelto a advertir el Bundesbank) está muy lejos de encontrarse resuelto.