
Suavizada la amenaza del secesionismo catalán, un factor político seguía sembrando incertidumbre en los mercados sobre España. Incluso los más escépticos con el verdadero alcance del fenómeno Podemos deben reconocer que la bolsa de nuestro país presentaba una clara anomalía. Mientras el resto de mercados europeos, incluidos otros periféricos como el italiano, vivían un auténtico rally alcista desde finales de 2014, al Ibex le costó nueve meses, hasta el viernes pasado, romper la resistencia de los 11.250 puntos.
Era la inquietud ante el avance del populismo lo que impedía que la bolsa española manifestara todo el potencial que corresponde a una economía que, además de beneficiarse de las compras masivas de deuda del BCE, presenta las mejores expectativas de crecimiento de la zona del euro.
De hecho, una vez que las elecciones andaluzas han mostrado el desinfle de Podemos (ni siquiera sus 15 escaños lo convierten en alternativa real de Gobierno), el selectivo español se halla ya en los 11.579 puntos, un nivel que no alcanzaba en cinco años, tras subir un 1,4 por ciento en tan sólo dos sesiones.
El recorrido al alza del índice es corto, según los expertos, ya que el Ibex está a sólo un 3,6% de su siguiente resistencia, pero los factores técnicos no deben ocultar una realidad más amplia: la gobernabilidad en España ya no se cuestiona y el mercado lo premia.
Sin embargo, la cúpula del PP parece apoltronarse en esa seguridad, aun cuando le está costando una rebelión interna. Nada más simbólico que la ausencia de diez de sus once barones en la Ejecutiva posterior a la debacle andaluza. Temen, y tienen razones, que una vez controlado el populismo sea la pobre estrategia electoral de Génova la que los barra.