No se equivocaban quienes aseguraban que tardaríamos una década en salir de la crisis. Aun cuando es evidente la mejoría y aunque se empiece a crear empleo este ejercicio, las secuelas del paro se prolongarán varios años. Con una previsión de tasa de paro del 20% en 2017 es obvio que muchos de los que han perdido el trabajo en estos años quedarán desenganchados del mercado laboral definitivamente. Además, el gasto público seguirá siendo muy elevado.
El Gobierno prevé en el Programa de Estabilidad enviado a Bruselas, que entre 2013 y 2017 el gasto por desempleo sólo bajará en 6.000 millones, un 20%. Eso significa que todavía se necesitarán 24.000 millones anuales para cubrir este gasto, frente a los 15.300 millones que se destinaban a la prestación por desempleo en 2007.
La larga duración del paro hace que se agote la prestación y por este motivo desciende la tasa de cobertura. Si en 2010, el 78,4% de los desempleados cobraba el paro, tres años después sólo lo hace el 62,3%. Las previsiones remitidas a Bruselas son un reconocimiento de no haber solucionado el principal problema de nuestra economía.
Además de sus consecuencias personales y sociales, el paro nos resta competitividad, representa un lastre para reducir el déficit y la deuda e indica que queda mucho por hacer para cambiar el modelo económico. Tras la abultada factura de la deuda, el gasto por desempleo es la partida más elevada del presupuesto del Estado. Si las previsiones sirven para tomar medidas que impidan que se cumplan, este debería ser el principal objetivo del Gobierno y el resto de partidos. Un asunto que preocupa a los ciudadanos y que no se aborda en serio en la campaña electoral.