Desde que comenzó la crisis la Eurozona han incrementado su gasto público un 3,5%, mientras que España lo hizo en un 6%. Los ingresos no crecieron en la UE, pero en nuestro país cayeron un 5,4%. Estos datos alertan de que el sistema fiscal español no funciona y tiene importantes problemas de diseño. Los impuestos tienen unos tipos máximos muy elevados que desincentivan el trabajo de forma individual y elevan los costes empresariales. Además, hay un exceso de deducciones que reducen el tipo medio de gravamen y, por tanto, la recaudación. El precio de este sistema ineficiente es un gran esfuerzo fiscal individual, que no aumenta los ingresos y frena la reducción del déficit, a la espera de que Hacienda aborde la reforma que se necesita.