A la tercera -o mejor dicho a la quinta- va la vencida. Tras tres rondas de consultas del presidente de la República, Sergio Mattarella, a las que se suman dos intentos de negociaciones protagonizados por los presidentes de Congreso y Senado, el acuerdo entre Luigi Di Maio, líder del Movimiento 5 Estrellas (M5S), y Matteo Salvini, secretario general de la Liga Norte, toma forma.
La semana pasada, justo cuando Mattarella estaba a punto de nombrar a un Ejecutivo tecnócrata para aprobar el ajuste requerido por Bruselas y guiar el país a elecciones anticipadas, los dos líderes ganadores de las elecciones generales del pasado 4 de marzo decidieron dejar de un lado a los vetos cruzados y ponerse a trabajar para formar Gobierno.
La labor no es simple pero Di Maio y Salvini ya superaron los dos principales obstáculos: el papel de Silvio Berlusconi (histórico aliado de la Liga) que no apoyará el nuevo Ejecutivo pero sí permitirá su formación con una "abstención benevolente"; y el acuerdo sobre el hecho que ni Di Maio ni Salvini liderarán el nuevo gabinete, sino se pondrán de acuerdo para que lo haga una tercera persona que goce de la confianza de ambos. Ahora falta por definir el nombre del presidente de Gobierno (que podría ser comunicado hoy a Mattarella) y de los demás ministros.
Mientras, el programa de Gobierno va bien encaminado. Durante los dos meses de bloqueo post-electoral, tanto el M5S como La Liga han buscado los puntos en común en el programa de ambos partidos.
Los temas económicos centran el acuerdo entre ambas fuerzas políticas: recorte de impuestos para autónomos y pequeñas empresas; introducción de un subsidio universal de desempleo y cambios en la reforma de pensiones aprobada por el Ejecutivo tecnócrata de Mario Monti en 2011, que subió la edad de jubilación. Además, ambos están de acuerdo en un control más estricto de la inmigración.
A la espera de ver como Salvini y Di Maio detallarán el programa, la única certeza es que la agenda económica en la que se basa el pacto entre el M5S y la Liga supone un aumento del gasto público y un inevitable conflicto con Bruselas. La Comisión europea acaba de subir la factura del ajuste requerido durante los próximos meses hasta los 5.000 millones de euros (0,3% del PIB), con respecto a los 3.500 anteriormente previstos (0,2% del PIB).
Y, aunque con matices, los dos partidos están de acuerdo en golpear las mesas de las cumbres europeas para cambiar las reglas que afectan directamente a Italia.
Lavado de imagen del M5S
Durante la última campaña electoral el M5S intentó lavar su imagen eurófoba. Pero juntándose con la Liga -muy critica con el euro- podría volver a proponer un referéndum para la salida de Italia de la moneda única, por lo menos como amenaza en las negociaciones para obtener más flexibilidad presupuestaria. De echo las medidas en la que Salvini y Di Maio están de acuerdo podrían pasar una factura de más de 50.000 millones de euros a las arcas públicas: falta por definir el recorte de impuestos a empresas y autónomos, basado en la propuesta de Salvini de introducir un tipo unico de IRPF (con un coste anual de entre 30.000 y 40.000 millones).
El subsidio universal de desempleo se basará sobre la propuesta del M5S de una renta básica de ciudadanía, con un coste anual de 15.000 millones de euros. Y los cambios en la reforma de pensiones podrían costar entre 10.000 y 20.000 millones de euros.
"De momento los mercados han permanecido quietos. Pero hay que estar atentos, podrían cambiar su actitud si el nuevo Gobierno empezará a destruir la estabilidad presupuestaria o a proponer reformas imposibles como el tipo único de IRPF y la renta básica de ciudadania" avisa el ministro saliente de Economía, el progresista Pier Carlo Padoan. Italia -indican los analistas transalpinos- estará pronto bajo vigilancia especial en Bruselas: es el primer país de la eurozona en proponer un Gobierno completamente populista, sin la participación de ninguna de las tradicionales familias políticas europeas: liberales, conservadores o socialistas.