
La tasa de paro de Japón es del 2,5%, mientras que la población en edad de trabajar está cada vez más envejecida. Los empresarios tienen problemas para encontrar determinados perfiles, como puede ser el de granjero. Por eso, los robots y las máquinas están siendo fundamentales para complementar el trabajo del hombre en las granjas.
Un buen ejemplo es la familia Kato, que ya ha invertido dos millones de dólares en su granja lechera para automatizar algunos procesos que hace unos años parecían imposibles de delegar en un robot. Kenichi Kato ya tiene 67 años y aunque cuenta con la ayuda de su hijo, el trabajo en la granja era muy duro y nunca acababa. Ante la falta de ganas de los jóvenes por trabajar en el campo, Kato y su hijo han robotizado la instalación.
Uno de los robots ha costado 230.000 dólares. La inversión ha sido elevada, pero esta máquina es capaz de reconocer a cada una de las vacas y ordeñarlas. El balance es positivo, 100 vacas ordeñadas en tres horas, mientras que con el proceso anterior se necesitaban hasta nueve horas.
Otro robot más sencillo, que cuesta unos 18.000 dólares, se encarga de alimentar a los animales y de llevarlos hasta el ordeñador artificial utilizando de cebo la propia comida. "Tenemos que cambiar la forma en la que vivimos y trabajamos", explica Kenichi Kato a The Wall Street Journal.
"Mucha gente dice que esta tecnología no se podría aplicar a una granja, pero pensando así nunca llegaríamos a ningún lado y la gente joven no quiere venir a trabajar aquí", explica el granjero.
Una situación que se extiende
Aunque esta es una historia particular, la situación está comenzando a generalizarse en un país con una población muy envejecida y en la que las personas disponibles para trabajar son cada vez menos. Las empresas van a tener que incrementar su gasto en capital para complementar las funciones de los trabajadores.
Kathy Matsui, estratega de Goldman Sachs, asegura que todas las empresas están "gastando en capital tecnológico para reemplazar a los humanos". La situación se está viendo acentuada por las restricciones impuestas por el gobierno las jornadas de trabajo maratonianas.
En el caso de la granja lechera, la inversión en robots ha incrementado la productividad por hora trabajada. Aunque la producción de la granja se ha mantenido relativamente constante o incluso ha aumentado, el hijo de Kenichi Kato se puede marchar a su casa tres horas antes de lo normal y con todo el trabajo hecho. El robot que ordeña a las vacas hace un proceso completo, no sólo extrae la leche y la envía hasta los depósitos, también limpia las ubres y registra la producción de cada vaca con los identificadores que los animales llevan en sus orejas.
"La instalación de los robots ha dejado más tiempo para mí, así también puede centrarme en la producción de yogur o queso", explica Yoshie, la hija menor de la familia, que ha alquilado un espacio para instalar esta nueva rama de la granja. "Queremos automatizar todo lo que sea posible en esta nueva fábrica... el ser humano sólo debería probar, oler y mirar", comenta Yoshie.
Kenichi Kato concluye que "en el futuro probablemente la gente no tendrá que realizar trabajos que requieran la atención del ser humano desde por la mañana hasta por la noches, los 365 días del año. Un trabajo con espacio para respirar permite disfrutar de la familia".