
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha sentado la base de su agenda política en la promesa de un profundo recorte de impuestos, la revisión de los tratados comerciales que Washington mantiene con otros países y la relajación reguladora en un amplio grupo de sectores, como el financiero y el energético. Todo ello, si finalmente se consigue el respaldo legislativo requerido en algunas de las propuestas, lograría que la mayor economía del mundo experimentase de nuevo un boom similar al registrado en la era de las dot.com a finales de los 90.
Con la meta de hacer crecer el PIB hasta el 3% durante casi una década, la administración Trump presentó la semana pasada un presupuesto para el año fiscal 2018 que incluyó recortes por valor de 3,6 billones de dólares durante la próxima década. Un plan, que además de incluir errores de cálculo y descontar que las bajadas de impuestos se materializarán a corto plazo, también asume que la economía americana logrará una expansión sostenible por encima del 3% durante los próximo años.
Una situación nada más lejos de la realidad. Incluso si la Casa Blanca lograse que el Capitolio diera luz verde a su reforma fiscal, en estos momentos todavía relegada hasta que el Senado decida lograr un acuerdo sobre el plan de salud de Trump, muchos economistas consideran que los objetivos de crecimiento de la nueva administración son demasiado optimistas y no llegarán a materializarse, al menos de forma sostenible, especialmente si tenemos en cuenta factores como la productividad y el envejecimiento de la población.
"Los planes de Trump por si solos no van a generar una expansión del 3%" reconocía a Politico, Kent Smetters, profesor de la Escuela de Negocios de Wharton y ex funcionario de la administración de George W. Bush. En este sentido, este experto considera que las medidas del gobierno, si llegan a buen puerto, lograrán un impulso cortoplacista que durará un par de años para después regresar al potencial de crecimiento estadounidense, que en estos momentos ronda el 2%. De hecho, algunos expertos avisan que aunque el PIB acelere su ritmo de avance momentáneamente, la economía acabará por estancarse si tenemos en cuenta otro factor importante: el apalancamiento del país.
El propio presidente de la Reserva Federal de Dallas, Robert Kaplan, avisaba el martes durante una entrevista con la CNBC, que la economía continuará creciendo a un ritmo del 2%. "Dos factores controlan el PIB: el crecimiento de la fuerza laboral y el crecimiento de la productividad", señaló. "El problema es que el crecimiento de la fuerza laboral es bastante lento y según mi opinión continuará así durante los próximos 10 ñaños por el envejecimiento de la población", añadió.
En general, los expertos echan la vista atrás para justificar la fantasía económica sobre la que se asientan los planes del presidente. El renacer económico instigado en los 80 por la administración de Ronald Reagan, con una masiva revisión del código tributario en 1986, resultó en seis años de un crecimiento por encima del 3% que acabo seguido de una recesión económica. Durante la euforia de las dot.com a finales de los 90, EEUU logró cinco años de crecimiento del 3% o más, hasta el estallido de la burbuja bursátil.
La economía de EEUU es actualmente distinta a la de aquel entonces. El país encadena ya ocho años de crecimiento positivo tras la debacle de las hipotecas subprime que desencadenó la peor recesión desde la Gran Depresión de 1930. Tras los estímulos extraordinarios de la Reserva Federal, en forma de compra de activos y rebajar los tipos de interés a mínimos históricos, el banco central estadounidense se encuentra ya en plena normalización monetaria. Además, a diferencia de los booms de los 80 y finales de los 90, la tasa de paro se sitúa ya en el 4,4%, lo que muchos consideran ya el pleno empleo, en un momento en que la productividad permanece estancada. Una situación que hace difícil atisbar un crecimiento sostenido del 3% durante los próximos siete años.