
El término 'japonización' suele utilizarse de una forma peyorativa: crecimiento económico nulo y precios estancados a pesar de una política monetaria ultra-expansiva. No obstante, analizando otros indicadores económicos de Japón se puede ver que la economía del país presenta un crecimiento del PIB per cápita importante y un mercado laboral que goza de pleno empleo, en parte gracias a la disminución de la población en edad de trabajar. Japón eleva la presión sobre las empresas para que suban los salarios.
Como destacan desde la Reserva Federal de Nueva York, "la gente normalmente tiene una opinión sombría sobre la economía de Japón, con un PIB que ha crecido de media un 0,5% en los últimos diez años". Mirando más atrás tampoco mejora demasiado la situación, desde 1990, el crecimiento de la producción en Japón ha sido muy escaso, un factor que ha concentrado las críticas de economistas y expertos.
Sin embargo, "un factor que a menudo no se tiene en consideración, es el crecimiento de la renta per cápita que casi ha igualado el crecimiento registrado por EEUU desde el año 2000". La población de Japón se ha reducido en un millón de personas durante los últimos cinco años, lo que sin duda ha sido relevante para mantener el crecimiento de la renta por habitante. Este fenómeno demográfico permite que por escaso o nulo que sea el crecimiento real de la producción en Japón, el nivel de vida de los nipones siga mejorando.
El crecimiento del PIB per cápita es una variable más apropiada para medir el progreso económico de los ciudadanos, siempre y cuando la desigualdad de la renta no sea extrema. En Japón, con un coeficiente de Gini de 33 (inferior al de España), la renta per cápita puede ser un indicador fidedigno. El cero indica que todos los individuos del país o región tienen el mismo nivel de ingresos, mientras que el 100 indica que un sólo individuo acapara todos los ingresos. Por lo tanto, cuanto más alto sea este ratio mayor es la desigualdad de ingresos.
Además, el envejecimiento de la población está estrechando el mercado laboral. La tasa de paro se encuentra en el 3%, su nivel más bajo desde enero de 1995. Esta situación de pleno empleo está muy relacionado con la contracción que está sufriendo la población en edad de trabajar. Según datos del Banco Mundial, el 70% de la población japones estaba compuesta por personas entre los 15 y los 64 años (edad de trabajar). Este ratio se ha desplomado hasta el 60% en 2015.
En 2015, la población activa de Japón cayó en más de un millón de personas y se espera que para 2016 la caída sea similar, según Japan Macro Advisors. Además, el ratio de vacantes por cada solicitud de empleo ha subido a 1,4, una proporción que no se veía desde 1991. El promedio de este ratio durante los últimos veinte años ha sido de 0,9, pero en los últimos ejercicios ha crecido con fuerza a medida que la población activa se ha ido reduciendo.
Otro efecto positivo es el incremento en la tasa de participación, es decir, es el porcentaje de la población en edad de trabajar que participa de forma activa en el mercado laboral trabajando o buscando un empleo. Aunque la población en edad de trabajar está retrocediendo, la tasa de participación en ese cohorte está aumentando.
Algunos puntos negros
Esta falta de factor trabajo esta resultando en un incremento de las tasas de empleo del género femenino y de los varones con edades comprendidas entre los 55 y los 65 años. No obstante, como destacan desde la Fed de Nueva York, gran parte de este empleo es a tiempo parcial, temporal o las dos cosas a la vez, "lo que puede estar lastrando el crecimiento de los salarios y los precios".
Este tipo de empleo, de una calidad inferior, podría explicar el lento crecimiento de los salarios en la economía japonesa y la debilidad de la inflación. El empleo de baja calidad está ganando terreno en el país asiático.
Por otro lado, el cambio demográfico de Japón ha llevado al sistema de pensiones nipón a ser considerado como uno de los menos sostenibles del mundo. A este aspecto adverso hay que sumarla la falta de reformas estructurales de calado y la reducción de barreras para la entrada de nuevas empresas, que también pueden estar lastrando el crecimiento de la productividad.