
En la última década los distintos gobiernos que han tomado el timón de América Latina han tendido a pedir un mayor esfuerzo fiscal a sus ciudadanos. No obstante, la actual coyuntura de desaceleración económica, así como la caída de los precios de las materias primas ha templado este impulso y, según el Estudio Económico de América Latina y el Caribe (CEPAL) 2016, hoy el promedio de la carga tributaria de América Latina teniendo en cuenta su Producto Interior Bruto (PIB) es la mitad de la registrada de media en la Unión Europea.
Al margen de que la recaudación sea más baja, una de las diferencias más grandes con la fiscalidad del Viejo Continente apunta a la progresividad o, más bien, a la ausencia de ésta. En este sentido, destaca el aumento del ingreso de los impuestos indirectos como el IVA o el bajo ingreso que entra en el Estado por el IRPF. En concreto, los países de América Latina estarían recaudando menos de una quinta parte del promedio de los países de la OCDE.
Es más, según el documento, dicho impuesto es "especialmente débil como instrumento de distribución" en la región ya que supone una disminución de la desigualdad del 2,1%, mientras que en la UE la tasa asciende a 11,6.
Pero hay otra característica inherente al sistema fiscal latinoamericano y es la evasión del fisco. En cálculos de la CEPAL, los países de América Latina pierden más de un 50% de sus ingresos por el impuesto sobre la renta de las personas físicas (unos 4,3 puntos sobre el PIB), porcentaje que se extiende al 65 en el caso del impuesto sobre Sociedades en algunos países como Ecuador o Costa Rica. De hecho, el país con menor evasión corporativa sería Brasil y queda registrado con una tasa del 26,6%.
Destaca también el dinero que sale de los países sin demasiado control por parte de los estados. Según cifras de Global Financial Integrity, América latina perdió entre 2004 y 2013 1,25 billones de euros a causa de flujos financieros ilícitos, cifra de la que un 88% corresponde a actividad comercial.
Este fue uno de los debates que salieron a reducir en abril con el escándalo de los papeles de Panamá, país bisagra entre América del norte y del sur. Dicho entramado desveló, por ejemplo, que muchos dirigentes de la región usaban sociedades offstore en el Caribe para redimir créditos empresariales. Es el caso del presidente de Argentina, Mauricio Macri, de empresarios relacionados con el presidente de México, Enrique Peña Nieto o del entramado que pagó la campaña de Keiko Fujimori, candidata a la presidencia de Perú.
En las últimas décadas, el contexto macroeconómico y las ideologías imperantes han ido generando reformas tributarias en la región basadas en incentivos y exenciones tributarias.
Exenciones tributarias
Así, por ejemplo, en la década de los noventa -momento de máxima explosión de ideas neoliberales en la región- se optó por un brusco descenso de los aranceles. Otra característica en estos últimos años han sido los incentivos fiscales como señuelo para la atracción de la inversión extranjera directa (IED). Ésta ha sido muchas veces la manera de traer tecnología punta a América Latina.
"En una primera aproximación pueden calificarse como una mera transferencia de recursos de países pobres (los países receptores) a países ricos", explican desde la CEPAL. Así, recomiendan evitar estos incentivos y pujar por más calidad en los marcos institucionales y jurídicos como escaparate para atraer la inversión.
En cualquier caso, hay diferencias notables entre los sistemas impositivos de la región. En Cuba, tras más de medio siglo sin aportar al fisco por ingresos personales, en octubre se estrena el impuesto, que deberán de pagar el 94% de los empleados estatales. En Argentina, una de las características de la política kirchnerista fue la apuesta por la industria nacional con lo que, por ejemplo, importar tecnología sigue siendo carísimo. Según la consultora IntegraGo, los aranceles conllevan unas diferencias de precio de más del 120% con EEUU. Dicha política dio la vuelta a las ideas liberales que trajeron los noventa y que llevaron a privatizar varias compañías estatales como Aerolíneas Argentinas.
El precursor de estas ideas en la región, sin embargo, fue Chile veinte años antes. El régimen de Pinochet confió su política económica a los bautizados como Chicago Boys -una escuela liberal norteamericana- que apostaba por adelgazar el peso del Estado y privatizar la mayoría de servicios. Con sus variaciones, Chile se sigue considerando uno de los países del mundo en los que se paga menos impuestos. Entre 2000 y 2015 la carga tributaria promedio se ha mantenido en 7% en el país, por debajo del promedio de la OCDE de 35,9.