
Mientras los mercados esperan el próximo mensaje de Janet Yellen sobre el rumbo de la política monetaria, la presidenta de la Reserva Federal y sus colegas ya tienen uno para los políticos: la economía de Occidente requiere más gasto público para acelerar el crecimiento, incluido EEUU.
En las últimas semanas, Yellen y tres de los otros cuatro gobernadores que están en Washington han instado en sus discursos y audiencias en el Congreso al gasto público en infraestructuras y otros esfuerzos para contrarrestar el débil crecimiento, las vacilantes mejoras de productividad y la débil inversión empresarial.
Hace escasos meses, Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, pidió a los políticos y gobiernos que ayudasen con políticas fiscales de apoyo que eleven la inversión pública y ayuden a las economías con unos menores impuestos. Además de recomendar bajadas de impuestos para impulsar la demanda de los agentes económicos.
La Fed no tiene influencia directa en materia de política fiscal y sus responsables normalmente se abstienen de entrar en detalles. Que sus principales miembros hablen con una sola voz envía una señal fuerte a la próxima presidencia y al Congreso de EEUU respecto a los límites que enfrentan en la fijación de la política monetaria y sobre lo que se requiere para mejorar las perspectivas de la economía.
El escenario de Jackson Hole
La conferencia anual de la Fed en Jackson Hole, Wyoming, donde Yellen habla el viernes, se centraría en cómo mejorar la "caja de herramientas" de los bancos centrales, pero el mensaje unánime de los altos miembros de la Fed es que esas herramientas ya no son suficientes.
"La política monetaria no está bien equipada para tratar problemas de largo plazo como la desaceleración en el crecimiento de la productividad", explica el vicepresidente de la Fed, Stanley Fischer, que también sostiene que depende de la administración invertir más en infraestructuras y educación.
Detrás de la declaración de Fischer hay un rasgo preocupante: la inversión de las empresas ha caído en los últimos años y las empresas parecen ya haber dejado de responder a los bajos costes del endeudamiento.
Como porcentaje del producto interior bruto, la inversión anual empresarial en Estados Unidos desde 2008 ha sido de casi un punto porcentual por debajo de la media de la década pasada, según cifras oficiales.
Las empresas han elevado sus recompras de acciones a niveles récord de cerca de medio billón de dólares al año, y se aferran a volúmenes récord de efectivo, pese a la financiación a bajo coste que en teoría tendría que estimular la inversión a largo plazo.
Una investigación de los economistas de la Fed Steven A. Sharpe y Gustavo Suarez sugiere que es porque los ejecutivos no consideran tanto los tipos de interés cuando toman decisiones de inversión y que no están ajustando las tasas de retorno esperadas para que se ajusten a un mundo emergente de bajo crecimiento.
El estudio muestra que las tasa interna de retorno necesaria para justificar proyectos de capital ha "oscilado cerca del 15% por décadas" y que apenas crecía aun cuando los tipos de interés hubieran caído. Tales objetivos tenían sentido en tiempos de crecimiento fuerte, pero podrían ser inconsistentes con el actual crecimiento débil, entorno de tipos bajos y un gasto corporativo contenido, sostienen los economistas de la Fed.
La política monetaria pierde fuerza
Eso desafía la noción central de la política monetaria de que los tipos bajos incentivan la inversión al hacer que los retornos de largo plazo sean más atractivos. La situación ha dejado a los analistas perplejos y algunos ejecutivos sugieren que podría no estar en sintonía con un mundo de crecimiento bajo.
La conferencia en Jackson Hole probablemente evalúe muchas soluciones no convencionales propuestas como modo de salir del ciclo de demanda débil, inversión baja y bajo crecimiento que se produjo tras la recesión entre los años 2007 y 2009.
Tanto los banqueros de EEUU como los de otros países han presentado ideas como apuntar a determinados objetivos del PIB o inyecciones de efectivo con el 'helicóptero del dinero' para generar demanda e inflación, y han estado probando tipos de interés negativos en Europa y Japón.
La política fiscal no está en la agenda de este año, que está dedicada a los detalles de las operaciones de política monetaria. Pero la idea de que los Gobiernos deben intervenir con gasto en infraestructura u otras iniciativas ha estado ganando apoyo entre los banqueros centrales.
El argumento afirma que una inversión pública bien orientada podría pagar por sí misma a través de una productividad y crecimiento más altos, y así hacer que cualquier incremento del gasto público sea comparativamente menos oneroso.