
Con la resaca dejada por las convenciones demócrata y republicana, los nominados de sendos partidos enfrentan un arduo trimestre de campaña electoral. Una refriega para seducir a la clase media y el voto independiente que tiene como indiscutible granada de mano la economía del país.
La primera potencia mundial ha logrado sacudirse las taras dejadas por la crisis financiera tras crear casi 15 millones de empleos y reducir su tasa de paro hasta el 4,9%. Logros que, sin embargo, enmascaran todavía una caída en la productividad, fruto de la nueva naturaleza estructural de la revolución tecnológica, un inflación baja que impide a la Fed normalizar su política monetaria y una deuda que asciende a 20 billones de dólares.
"La desigualdad es demasiado grande, los salarios demasiado bajos y es difícil seguir adelante", aseguraba recientemente Hillary Clinton, la primera mujer en conseguir la bendición del partido demócrata para lograr la Casa Blanca el próximo 6 de noviembre. Una preocupación respaldada por las cifras. Según el Instituto Pew, la clase media a este lado del Atlántico sólo representa el 43% de la población desde el 62% registrado en la década de los 70. Una tendencia no sólo azuzada por la Gran Recesión sino por los más de 5,7 millones de empleos manufactureros que han desaparecido desde 1998, cuando Bill Clinton todavía era presidente.
Trump, proteccionista
Precisamente, sus políticas comerciales, que rubricaron tratados como el de libre comercio en Norteamérica (Nafta), se han convertido en carne de cañón para Donald Trump, quien ha hecho de sus aspiraciones presidenciales una campaña a favor del proteccionismo, las barreras migratorias y las masivas rebajas fiscales. "Vamos a eliminar cualquier regulación que aniquile puestos de trabajo", ha espetado el empresario.
Sin embargo, su hoja de ruta económica es extremadamente vaga en detalles. Sólo su agenda tributaria es precisa en meter la tijera a los impuestos, tanto a individuos como empresas. De hecho, cuadruplicará la deducción estándar hasta los 50.000 dólares para parejas y 25.000 para una única persona además de reducir las siete brechas tributarias actuales a tres del 10, 20 y 25%. De esta forma se recortaría la tasa impositiva más elevada en más de un tercio. El impuesto de sociedades pasaría del 35 al 15%.
"En general este recorte fiscal sin precedentes costaría alrededor de 10 billones de dólares en la próxima década", a segura Richard C. Auxier, analista del Tax Policy Center. De esta forma, la deuda estadounidense sobrepasaría los 30 billones de dólares bajo su mandato.
Desde el Comité para un Presupuesto Federal Responsable estiman que los planes de Clinton de subir los impuestos a las rentas más altas e incrementar el gasto público elevarían el apalancamiento de EEUU hasta los 23,9 billones de dólares en 2026. La candidata demócrata, eso sí, amenaza a las empresas, especialmente financieras, "no es justo aceptar rebajas fiscales con una mano y entregar hojas de despido con la otra".
Recordemos que en su intento por apelar a la clase media y trabajadora, la exsecretaria de Estado quiere elevar el sueldo mínimo hasta los 12 dólares algo a lo que Trump se opone cediendo dicha hazaña en manos de los Gobiernos estatales. Aún así, el candidato, fiel a sus cambios de opinión se desmarcó de los republicanos y sugirió el pasado una subida hasta los 10 dólares. También apuesta por incrementar la inversión pública en 275.000 millones de dólares durante los próximos cinco años y crear un banco especializado en infraestructuras con fondos por valor de 25.000 millones de dólares.