Economía

El paro en Europa, peor de lo que se piensa

  • Existe un 'ejército' oculto de trabajadores infraempleados y desanimados

El desempleo supera el 24% en Grecia, el 20% en España y en Francia e Italia es de más del 10%. Y lleva en esos niveles desde hace años. Con unas cifras tan altas se podría pensar que la crisis del paro en la Eurozona ha tocado fondo.

Por desgracia no es así. En realidad, es mucho peor de lo que la mayoría supone. Y es que las estadísticas oficiales solo recogen a las personas que buscan activamente empleo, pero hay millones más que estarían trabajando si la economía fuera capaz de generar trabajo. Eurostat acaba de publicar estadísticas que indican la existencia de un ejército oculto de trabajadores infraempleados y desanimados, que echarían más horas si fuera posible.

Y eso importa. Los datos oficiales del paro solo son una medida de la inactividad de la economía. Lo que las cifras revelan es la incapacidad rotunda de la eurozona de crear empleos suficientes para su gente y la probable futilidad hasta de los esfuerzos herculinos del presidente del BCE Mario Draghi para estimular la demanda, ya que incluso si la demanda remontara un poco, surgirían más personas para ocupar los nuevos empleos creados.

Sabemos desde hace años que Europa tiene un problema grave de desempleo. La débil demanda, unos impuestos salariales punitivamente altos y las restricciones a la contratación y al despido que favorecen al personal de dentro frente al de fuera se han combinado para crear uno de los mercados laborales más disfuncionales del mundo. En casi todos los países la tasa sube y baja, pero en buena parte de Europa se intensifica y se estanca.

En Francia, por ejemplo, el total de parados superó el 9% allá por mediados de los ochenta y ha orbitado por ese nivel desde entonces. En España pasó de menos del 9% en medio del último auge a más del 25% tras la crisis, y aunque se ha reducido un poco, no tiene visos de retomar un nivel que sea aceptable para una economía avanzada. Las iniciativas van y vienen, pero el ejército de parados sigue ahí.

También se empieza a conocer el grave problema del infraempleo. Eurostat, la agencia estadística de la UE, ha publicado este mes datos oficiales sobre las cifras de personas que querrían trabajar más. En la Unión Europea 44 millones de personas trabajan a media jornada, el 20 por ciento del total, y sobre todo, la gran mayoría preferiría trabajar más horas. En Grecia, el 71% de los trabajadores a jornada parcial querría echar más horas. En España, es el 52% -nada que ver con el mito de los griegos vagos y españoles durmiendo la siesta que se ha hecho popular en Alemania.

Peor aún, Eurostat se ha encontrado con un ejército de personas que podrían trabajar, pero no buscan empleo. En el lenguaje árido de los libros de texto económicos, se les llama "trabajadores desanimados". En Italia, suponen el 14% de la mano de obra. En todo el continente, son 9,3 millones de personas. Otros 2,2 millones de personas se clasifican con potencial para incorporarse al mercado laboral en cualquier momento, como los estudiantes próximos a su graduación.

En realidad, las cifras podrían ser mucho peores. La cantidad de personas que buscan o no trabajo es bastante flexible. Por ejemplo, solo el 47% de las italianas trabaja. En España es el 51% frente al 65% en el Reino Unido. Aunque algunas de esas sociedades sean más conservadoras, el efecto suele exagerarse.

El motivo principal de que las españolas e italianas no trabajen tanto como sus vecinas británicas es porque no encuentran empleo, y mucho menos con unos salarios generosos como para cubrir los costes adicionales de guardería. Si esas economías fueran capaces de un crecimiento sostenido, o pudieran crear empleo como ha hecho la economía británica en los últimos años, muchas de esas mujeres podrían decidir buscar trabajo y se añadiría otro 10% a la mano de obra.

Europa sigue negando el alcance de la crisis del mercado laboral. No solo tiene un ejército inmenso de parados oficiales, y otro incluso peor de jóvenes desempleados (no olvidemos que en Grecia la tasa del paro de menores de 25 supera el 50%, en España es mayor del 45% y en Francia e Italia es más del 24%), sino que además tiene una reserva mayor de personas que querrían trabajar, pero se les han cerrado las puertas del mercado de empleo.

Eso tiene importantes repercusiones para la economía que a menudo se pasan por alto. Primero, implica que el Banco Central Europeo no tiene casi ninguna esperanza en sacar al continente de la deflación y depresión. Incluso si estimula la demanda un poco, y pese a imprimir toneladas de dinero y dejar los tipos de interés negativos, sigue habiendo pocos indicios. Una nueva ola de mano de obra aparecería para asumir los puestos que se generaran. El dinero impreso se gastará sin duda, pero los salarios no van a subir por la inactividad del mercado laboral, por lo que una recuperación nunca será auto-sostenida.

También implica que las destrezas se carcomerán. En toda una generación, el hábito del trabajo se pierde y las habilidades que se aprenderían si la gente tuviera trabajo no se adquirirán. Poco a poco, los países con estos niveles de desempleo e infraempleo pierden la ventaja competitiva frente a aquellos donde el trabajo es más abundante. Y por eso el continente va a rendir muy por debajo de sus capacidades en un futuro próximo. La economía de la eurozona crecerá a trompicones, pero hasta que pueda crear empleo para todas las personas que quieren trabajar y mantenerlas trabajando a jornada completa, no puede considerarse un éxito ni nada por el estilo.

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