
El agotamiento de la política monetaria en la zona euro estrecha el margen de maniobra en torno a la política fiscal. Para Hélène Rey, profesora de Economía en la London Business School, la primera es insuficiente y la segunda no funciona. Esta reconocida economista, que analizó ayer la política monetaria y el ciclo financiero mundial en la Fundación BBVA, coincide con el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, en que no existe alternativa a los bajos tipos de interés e insiste en la necesidad de implementar reformas tanto a nivel nacional como europeo para superar la actual situación de débil crecimiento. El problema, asegura, pasa por la falta de liderazgo y voluntad política para coordinar estas acciones.
¿No hay alternativa a los tipos bajos, como asegura Mario Draghi?
A los bancos centrales les ha resultado difícil llegar a sus objetivos de inflación en los últimos años. Ha habido una presión deflacionaria fuerte y los bancos centrales deben usar todos los instrumentos de que disponen para intentar alcanzar un objetivo inflacionario cercano al 2 por ciento. Desde luego, subir los tipos de interés no les ayudaría en este entorno. Por otro lado, los banqueros centrales, incluido Mario Draghi, han dicho, con razón, que para que la política monetaria tenga pleno efecto debería complementarse con políticas fiscales. Implementar reformas es fundamental para salir de esta situación de crecimiento económico débil.
Pero la política del BCE ha encendido las alarmas de los pensionistas alemanes por la falta de ingresos por intereses de sus ahorros...
Las políticas monetarias siempre tienen efectos de distribución. Desde el nacimiento del euro en 1999, cada vez que el BCE ha subido los tipos de interés esto ha redistribuido la riqueza de los que toman prestado a los que ahorran, y viceversa. En esta situación de tipos bajos durante mucho tiempo, la política monetaria es responsable de los efectos de los tipos de interés a corto plazo, pero en última instancia los efectos a largo plazo dependen de otros factores que no son determinados por el banco central.
¿Por qué España crece más que la media europea, pero tiene la mayor tasa de paro después de Grecia?
Existe la recuperación sin empleo. Pero tengo entendido que se han creado bastantes puestos de trabajo recientemente en España. El problema es qué tipo de empleo se ha creado. En muchos países, especialmente del sur de Europa, tenemos un mercado laboral muy dual. Los contratos deben ser más flexibles los primeros años de trabajo, para después ganar estabilidad.
Otro grave problema de nuestra economía es el déficit. ¿Está Europa obsesionada con las décimas?
Creo que la gobernanza de la Eurozona en cuestiones fiscales no funciona. Debemos movernos hacia un sistema de reestructuración de la deuda soberana. Esto nos daría un marco fiscal creíble que funcionaría igual para todos. Dentro de este marco, cada país se movería bajo su criterio y la autoridad fiscal recuperaría su responsabilidad.
¿Es necesaria más austeridad?
Si con austeridad nos referimos a recortar gastos simplemente para cumplir los objetivos de una forma absurda en todos los países por igual, la respuesta es no. Otra cosa es recortar algunos gastos que quizá sean un desperdicio. Pero, al contrario, pienso que necesitamos una política más expansiva y la cuestión es cómo ponerla en marcha.
El sistema bancario español pasó por un profundo saneamiento. Ahora el problema no es de liquidez, sino de rentabilidad. ¿Cómo volver a estimular la demanda?
La demanda depende de la salud macroeconómica. Para que mejore la economía, insisto, debemos recurrir a la complementariedad entre la política monetaria y el estímulo fiscal. Y después esperar que el resto del mundo nos aporte la demanda necesaria, en particular Estados Unidos, que sigue desempeñando un importante papel para estimular el crecimiento mundial.
Se cumple un año de la puesta en marcha del 'plan Juncker'. ¿Considera que ha fracasado?
La financiación de las inversiones en Europa es muy necesaria. No se ha implementado y es una pena. En concreto, sobre la crisis de los refugiados hay muchas inversiones que financiar. Y esos costes no los deberían soportar únicamente los países de acogida, sino todos los que están dentro de las fronteras Schengen. Los beneficios a largo plazo los disfrutaríamos todos. Pero la falta de liderazgo y voluntad política para coordinar estas acciones es uno de los principales problemas.