
Criptodivisa, libro de apuntes distribuido, minado... La lista de neologismos relacionados con la moneda digital Bitcoin es larga, y a menudo no es fácil comprender la complejidad y la versatilidad que se ocultan detrás de este invento, cuya autoría no está del todo aclarada aún. La tecnología Blockchain está saltando ya los límites de la famosa moneda virtual, y decenas de compañías imitan su funcionamiento para desarrollar todo tipo de sistemas de intercambio financiero.
Los expertos ya dan por hecho que estas redes permitirán acelerar el flujo de los pagos electrónicos, eliminar los fallos y reducir el número de intermediarios, y de hecho las empresas que invierten en algún tipo de blockchain recibieron inversiones por un valor superior a los 1.000 millones de dólares el año pasado.
Para entender cómo funciona es mejor no fijarse -de momento- en el nombre, y pensar sólo en la moneda bitcoin: un sistema de pagos a distancia en el que al comprador se le descuentan el número de unidades monetarias pactadas, y al vendedor se le anota ese mismo número, acto seguido.
Paso 1: ¿Quién verifica el pago?
Todo normal, pero ¿quién ha verificado que el comprador disponía de esa cantidad de moneda, que ha renunciado a ella, y que el vendedor la ha recibido? En el sistema financiero siempre había uno o varios intermediarios: el banco, la emisora de la tarjeta de crédito...
Pero cuando uno paga con bitcoins, ese intermediario que verifica la operación no existe. O mejor dicho, no es uno sólo, sino decenas de miles de personas a la vez.
Ahí entra en juego la blockchain: un gigantesco fichero de datos que anota todas y cada una de las operaciones que se realizan y cuya administración se realiza por todos los ordenadores que están conectados al sistema. Es lo que los informáticos llaman "red distribuida", y si ha compartido usted ficheros mediante BitTorrent, ya conoce un buen ejemplo de una de estas redes.
El nombre proviene, simplemente, de la división de las transacciones en bloques. Cada transacción se lanza al sistema, y todos los participantes trabajan conjuntamente para verificar que puede realizarse. Una vez aprobado el pago, el bloque que lo contiene se añade a una cadena donde quedan registradas todas y cada una de las operaciones, y el vendedor recibe su cantidad.
Paso 2: ¿Cómo se registra la transacción?
El problema de un sistema así sería que, si miles participan en la verificación de una compraventa, miles podrían saber quién ha comprado qué. Y ahí es donde entra el juego la criptografía, que además de hacer anónima la transacción, la protege contra terceros que quieran introducir datos falsos en la blockchain: el sistema distribuido comprueba continua y matemáticamente que todo está en orden.
Y aquí entra en juego la última característica, doble, de la blockchain. Y responde a la vez a dos preguntas: ¿Por qué iba yo a prestar gratis mi ordenador a una red de verificación que no tengo por qué estar usando? ¿Quién emite las bitcoins?
Paso 3: ¿Dónde nacen las bitcoins?
Recapitulemos. Hasta aquí tenemos dos necesidades opuestas, la del sistema, que demanda ordenadores conectados a la red el mayor tiempo posible para realizar los oportunos cálculos criptográficos, y la del propietario de ese ordenador, que prestará su máquina en la medida en la que alguien esté dispuesto a pagarle por ello.
Ahí es donde nacen las bitcoins. Cada una de las unidades se genera de cero, y su respaldo no es oro, ni un depósito en otra divisa, ni el compromiso de un banco central. Lo que cada bitcoin representa, en el momento de su creación es pura, y simplemente, una recompensa al dueño del ordenador por prestar su procesador durante un tiempo determinado.