
La robotización, el coche eléctrico y la desaparición de la moneda física... Todas estas tendencias de la economía del futuro parecen inevitables y los gobiernos y las empresas han comenzado a prepararse para ellas, puesto que parecen anticipar grandes beneficios para los ciudadanos. Claro que también tienen sus inconvenientes, como es el caso de las monedas virtuales: su introducción masiva podría traducirse en un incremento exponencial de la desigualdad.
Esa es la tesis de algunos economistas que advierten de que los sistemas de pago electrónico no sólo están acabando con cualquier rastro de intimidad, sino que además van a privar a los consumidores de parte de su poder en el mercado. Y cuanto menor poder tengan ahora, más afectados estarán.
Puede que parezca una obviedad, pero hay que recordar que el efectivo permite disponer de la posesión de la riqueza, y el dinero electrónico sólo nos da la propiedad. Imagine que estamos en 2011 y que usted es residente de Chipre. Una tarde, el dinero en el banco era suyo. Y a la mañana siguiente, parte de su patrimonio se cuela por el desagüe del sistema con sólo borrar unos apuntes contables.
Lo mismo ha ocurrido antes de cualquier pánico bancario, y sin ir más lejos en Grecia el pasado año. Cada vez que sonaban tambores de corralito las colas en los cajeros automáticos se multipilicaban.
Es cierto, como recuerda Dominic Frisby en The Guardian que estos son eventos extremos y que el objetivo de esas intervenciones fue estabilizar el sistema al completo y, por tanto, proteger a los ahorradores.
Gran Hermano total
Pero no es menos cierto que en un sistema librecambista no se puede privar a los sujetos de la capacidad para disponer de su dinero en cualquier forma, tiempo y lugar.
Estos ejemplos extremos sirven para introducir la tesis de que, además de recortar libertades básicas, una sociedad sin efectivo sería una sociedad en la que los más pobres lo tendrían aún más difícil, y en la que el control gubernamental sería aún más sencillo de lo que es ahora.
Frisby responde además a quienes creen que acabar con el efectivo terminará con la evasión y la elusión fiscal, y les recuerda que Google o Facebook no necesitan el efectivo, ni los billetes de 500 euros, para escamotear millones de euros que corresponden a los contribuyentes.
Está además la cuestión del control. Cualquier pago con monedas o billetes está en manos de quien realiza la transacción, y depende sólo de forma indirecta del organismo emisor. Pero si eliminásemos todo el efectivo, pasaríamos a depender de las mismas entidades financieras que a menudo han moldeado la normativa que debería limitarlas, pues son al fin y al cabo organizaciones privadas con ánimo de lucro.
Sin dejar de reconocer los beneficios de los pagos electrónicos, Frisby asegura que "el efectivo es un medio para la inclusión en el sistema financiero, un lujo que los más pudientes dan por garantizado. Pero sin esa inclusión estás atrapado en la pobreza, así que pongan cuidado cuando escuchen a alguien decir que hay que terminar con las monedas y los billetes".