
Las envidiables cifras españolas de crecimiento esconden una amarga verdad: un país con un potencial productivo limitado, que se ha beneficiado sobre todo por los vientos de cola de la agresiva política monetaria del BCE, la caída de los precios de la energía, y la competitividad ganada gracias al recorte de los salarios.
El "principal factor" que arrastra el potencial, según alertó la Comisión Europea en su último informe sobre España a finales de febrero, es la incapacidad de nuestra economía para ser innovadora y así reforzar la productividad 'inteligente'. España es un país con "limitada capacidad" en innovación, castigada por la caída de la inversión en I+D, que le impide "tanto la generación de nuevas tecnologías como la absorción las existentes", describió Bruselas.
La capacidad de un país para fomentar el emprendimiento y la innovación, apostar por la tecnología y, en definitiva, buscar soluciones fuera de lo común es receta para el éxito, como han probado países más pequeños, sin recursos y vulnerables, como Israel, Taiwan, y, dentro de la familia de la UE, Estonia.
"Después de conseguir la independencia de la antigua URSS en 1991, teníamos recursos limitados y una población pequeña (1,3 millones de personas). Proveer de servicios a los ciudadanos era un desafío", explica Anna Piperal, directora gerente de promoción de e-Estonia.
El país presumió de sus logros en el campo digital en el Mobile World Congress, celebrado en Barcelona el pasado mes. Estonia, y sobre todo su robusto sector de las TIC (un 6,8% de su economía) se han beneficiado de la digitalización completa del gobierno. Las compañías locales han desarrollado un amplio abanico de servicios para el gobierno (e-healt, conectores energéticos inteligentes, fiscalizad digital). De esta manera, sus firmas se han dotado de un atractivo know-how que ahora exportan a otros países como Finlandia, Moldavia o Azerbaiyán.
Identidad digital
El pilar fundamental de la digitalización del país fue el sistema electrónico de identidad, considerado el más avanzado del mundo. Gracias a este sistema, que se introdujo hace casi 15 años, los estonios han desarrollado una estrecha relación con los servicios públicos digitales.
Hoy, el 99% de las declaraciones de la renta se realizan online, lo que lleva tan sólo tres minutos. El 98% de las medicinas también se prescriben electrónicamente. La razón se debe tanto a la decidida apuesta de las administraciones por la digitalización, su cooperación con las empresas locales, la alta familiaridad de sus ciudadanos con las TIC desde edades tempranas de la enseñanza y las buenas infraestructuras.
De esta manera, Estonia se apunta importantes hitos como ser el primer país del mundo en introducir el voto por internet en elecciones nacionales y, en 2014, ser también el primer país donde se ha ofrecido la residencia digital a empresarios extranjeros para que puedan operar en el país (hasta ahora 750.000 ya se han registrado). En este ecosistema digital es también donde han aparecido importantes firmas de las nuevas tecnologías, como Skype o TransferWise.
Más aún, sus autoridades también han buscado la manera de acomodar a los nuevos jugadores, conscientes de que las viejas reglas puede que ya no sirvan para las nuevas formas de economía, como la llamada colaborativa.
Así, las autoridades del país están cooperando con Uber para que sus conductores cumplan de manera automática con sus obligaciones fiscales, uno de los puntos que más preocupa en la expansión de la firma.
Pero una completa digitalización de servicios tan estratégicos como la energía, las finanzas o incluso el voto trae nuevos riesgos y desafíos no sólo de la mano de ?hackers? y espías, sino también de gobernantes con aspiraciones orwellianas.
Por eso, el exprimir ministro de Estonia entre 2005-2014, y hoy vicepresidente de la Comisión Europea para el Mercado Único Digital, Andrus Ansip, subrayó en una entrevista reciente con elEconomista que "no puede haber ninguna puerta trasera a los sistemas de encriptado" que protegen este mundo digital.
Israel y el emprendimiento
Israel representa uno de los ejemplos mundiales más claros de lo que significa conseguir ser una nación emprendedora de la nada, empujada por la necesidad de un entorno hostil. Hoy el país de Oriente Medio pertenece al llamado ?grupo digital de los cinco?, del que también forman parte Estonia, Corea del Sur, Nueva Zelanda y Reino Unido.
Israel también acudió el pasado mes al MWC de Barcelona con un nutrido grupo de startups y pequeñas firmas para presumir de su espíritu emprendedor. "Por razones de seguridad tuvimos que desarrollar numerosas tecnologías tempranamente", explica Michael Admon, director del departamento de Alta Tecnología del Instituto Exportador de Israel.
Desde hace más de medio siglo, su Gobierno ha construido una robusta relación entre las universidades, los centros de investigación y la industria, una de las características que diferencian al país y modelo para otras naciones. Todo ello engrasado por el mayor gasto en I+D entre los países de la OCDE (un 4,1% del PIB el pasado año, tan solo superado por Corea del Sur).
La nación del USB
En este entorno han germinado avances como el disco USB, las impresoras digitales y, más recientemente, el control por gestos. Admon explica que el secreto del éxito ha sido "la combinación única de tecnologías avanzadas con una aproximación a la realidad que escapa de lo común".
Este espíritu creativo y emprendedor ha sido alimentado por el Estado en los colegios desde las primeras etapas escolares, aunque también se explica desde factores culturales nada despreciables.
Admon asegura que "Israel es un país donde a nadie le asusta fallar, porque puede que pierdas dinero pero ganarás experiencia". Además, también es una nación donde a sus jóvenes se les somete desde muy temprano con tareas de responsabilidad, al tener que pasar de manera obligatoria por el ejército en una zona de alta tensión.