
Arabia Saudí, el país con las segundas mayores reservas de crudo del planeta y la principal potencia militar de Oriente Medio no es un estado, es una empresa inestable, "tan corrupta que se asemeja a una organización criminal". Esta es la arriesgada tesis defendida por dos expertos estadounidenses en política militar, que advierten al ejército de EEUU de que debe prepararse ante la posibilidad de que el país se desintegre de forma fulgurante.
En un artículo publicado en el sitio especializado Defense One, Sarah Chayes y Alex de Waal afirman que la familia real que dirige el país como un feudo medieval (y que de hecho le da nombre) se está quedando sin fondos a toda velocidad por culpa de la crisis del petróleo -menos ingresos- y de la escalada militar en Yemen y Siria -más gastos-.
Chayes, que entre otros sitios ha trabajado como asesora del comité de jefes de estado mayor del ejército de EEUU en Afganistán, y De Waal (experto por su parte en Sudán y el Cuerno de África), sostienen que la política de Washington basada en confiar en el poder absoluto de los Saud ya ha caducado.
"Arabia Saudí ni siquiera es un Estado. Hay dos formas de describir el país: como una empresa política con un modelo de negocio inteligente pero insostenible, o tan corrupta que parece una organización criminal integrada vertical y horizontalmente", afirman.
"En cualquiera de los casos, no puede perdurar, así que ya va siendo hora de que las autoridades de EEUU comiencen a prepararse para el colapso de Arabia Saudí", añaden.
En el primero de los escenarios que proponen, el rey de Arabia Saudí es el consejero delegado de una empresa que convierte el crudo en rentas, con las que se compran lealtades (mediante jugosas concesiones a los más cercanos a la familia real, y transferencias y servicios sociales para el resto de los comunes). Eso, por lo que respecta a la zanahoria. El palo es un aparato de seguridad interior equipado sin mirar gastos con equipamiento procedente de EEUU.
Como una mafia
En este mercado político de voluntades característico de cualquier monarquía feudal, el precio de la adhesión depende de la oferta y la demanda. La primera viene determinada por los ingresos del crudo (desplomado), y la segunda por la fortaleza o debilidad que los notables del reino perciban en el monarca (si la vida a pie de calle se hace más dura, la agitación política aumentará). "Si el índice de precios de la lealtad sigue subiendo, la monarquía podría enfrentarse a la insolvencia política", explican.
En la segunda perspectiva, la élite Saudí se parece a una organización criminal, una especie de cleptocracia en la que los recursos que deberían ser públicos (el mineral líquido) se los apropia una élite que no deja de enviar capitales al extranjero (ya sea mediante inversiones o simplemente con el despilfarro en productos de lujo).
Pero en Arabia Saudí también hay súbditos, y muchos de ellos quieren ser ciudadanos. Una revuelta popular en el país podría ser tan impensable como lo fue en otros momentos en Nigeria, Ucrania o Malasia. De momento sólo la minoría chií se ha atrevido a levantar la voz, pero es poco probable que la mayoría Suní -cada vez más expuesta a la experiencia política y económica en Occidente, donde muchos de sus jóvenes estudian- se conforme para siempre con las dádivas de mandatarios ancianos.
Hasta hoy, la solución era "exportar" (desterrar) a los disidentes más radicales (que lo eran, precisamente, en lo religioso), como hizo con Bin Laden. Pero comienza a pasar factura en el interior, ya que esos disidentes siguen criticando sin problemas la corrupción y la alianza con EEUU. Añádase a eso la presencia creciente de extranjeros en régimen de esclavitud, y el cóctel del riesgo social estará servido.
La tesis de ambos autores es que, ocurra lo que ocurra primero -revuelta nobiliaria o revuelta popular- al rey Salman le será cada vez más complicado mantener el control del reino. Por ello vislumbran tres posibilidades más inmediatas. Las dos ya citadas (que se lance a contener una guerra entre facciones de la familia Saud, o a reprimir el alzamiento popular- y una tercera que podría o no ser consecuencia de las anteriores: guerra total en el exterior.
El caso es que cualquiera de las posibilidades es mala para la seguridad de Estados Unidos. Por eso los dos autores urgen a que el Pentágono se plantee cuanto antes alternativas a su histórica alianza con el reino feudal.