
Arabia Saudí no va a permitir que la caída de los precios del petróleo, su principal fuente de ingresos, afecte a su agenda de expansión política y religiosa en la región, y que incluye participar directamente el guerra de Yemen, así como seguir financiando a sus aliados suníes en Siria y Egipto contra la amenaza chiíta.
Así lo asegura el ministro de exteriores de la monarquía feudal, Adel al-Jubeir, en una entrevista concedida a Bloomberg. "Nuestra política exterior se basa en nuestros intereses de seguridad nacional. No dejaremos que se vea condicionada por el precio del crudo", afirma al-Jubeir.
El mayor exportador de crudo del mundo, tradicionalmente un actor cauteloso y precavido en el siempre convulso escenario de Oriente Medio, se ha embarcado en un frenesí de intervenciones militares, más o menos directas, desde que accesiese al reino el joven rey Salman.
Financiar al mismo tiempo las horas de vuelo de sus bombarderos en Yemen, la actividad de sus socios en Egipto para facilitar el control político del inestable país, y el armamento con el que algunos grupos rebeldes (Riad niega que Estado Islámico esté entre ellos) que luchan contra Assad en Siria se hace cada vez más difícil con el precio del barri de petróleo en mínimos de una década.
La caída ya dejó al reino feudal con un déficit de 98.000 millones de dólares el pasado año, y eso tras recortar el gasto en subsidios al consumo de energía (cruciales para mantener la paz política interna) y la inversión en infraestructuras. Para colmo, los Saud están valorando en la actualidad la posibilidad de emitir deuda de forma masiva, y de vender parte del gigante petrolero estatal Saudi Aramco.
Para colmo, el regreso de Irán al mercado del crudo tras levantarse las sanciones por parte de Occidente sólo puede añadir oferta a un mercado en el que ésta ya es demasiado abundante.
Hará pues todo lo que sea necesario no sólo para contener la sangría -de momento poco preocupante, pues su posición neta en el mercado internacional de deuda es acreedora-, sino también para continuar su guerra por poderes, y sin el apoyo de EEUU, contra Teherán.