Economía

Reino Unido teme una ralentización que podría afectar a sus metas fiscales

  • Su exposición a los vaivenes de la economía global es muy grande

La economía británica ha comenzado a experimentar una inquietante ralentización que podría apearla de los puestos de cabeza del crecimiento en Occidente y obligar al Gobierno a reescribir la hoja de ruta de una Legislatura que aspira a concluir con superávit. Descartada una subida de intereses que, de acuerdo con el gobernador del Banco de Inglaterra (BoE), "no toca de momento", su recuperación se enfrenta a las amenazas de un contexto internacional que proyecta una alargada sombra sobre una plaza notablemente expuesta a los vaivenes de la economía global.

Mark Carney recordaba la semana pasada que si ésta entra en turbulencias, inevitablemente los temblores se dejarán notar en casa. El primer indicador se conocerá este viernes, con los datos de crecimiento correspondientes al último trimestre de 2015 y, en consecuencia, con la primera estimación del comportamiento de un año en que el Gobierno británico dijo haber recabado 27.000 millones de libras (35.700 millones de euros) más de los que había calculado.

Hasta ahora, todos los indicadores muestran una preocupante aminoración. De acuerdo con la proyección de Markit, la firma detrás de los claves datos sectoriales, el PIB habría mejorado un 0,5 por ciento, una décima por debajo de su estimación de hace sólo un mes. No en vano, factores fundamentales para mantener la mejora aparecen estancados.

La producción industrial sigue un ritmo decreciente. Las figuras más recientes, publicadas por la Oficina Nacional de Estadística, revelan la mayor caída desde principios de 2013. Además, aunque los hegemónicos servicios continúan siendo potentes, el crecimiento cayó el pasado mes e incluso el ritmo de contratación ha empeorado, lo que se considera un "signo de advertencia" para quienes tengan la tentación de mostrar complacencia ante las perspectivas del nuevo año.

Desequilibrio interior

Los orígenes de esta evolución hay que buscarlos tanto en el exterior, como en las contradicciones internas. Si bien es cierto que la exposición de Reino Unido a las vulnerabilidades de la economía internacional es notable, hasta dos veces superior a la de Estados Unidos, los problemas no son de exclusiva procedencia foránea. En casa, ningún gobierno reciente ha sabido resolver la testaruda propensión al desequilibrio productivo: si David Cameron se había comprometido a acabar con el monopolio de los servicios, una legislatura no ha bastado para provocar el giro sectorial necesario para apuntalar ámbitos fundamentales como la industria.

Como consecuencia, un crecimiento que había superado notablemente al de la mayoría de los socios comunitarios, con un PIB que venía mejorando cada trimestre desde el comienzo de 2013, entra ahora en territorio desconocido. Las dudas están justificadas por cuestionables datos sectoriales, una inflación que continúa por debajo del objetivo del 2% y un empeoramiento de la evolución de los sueldos, tras haber experimentado progresos inéditos en seis años.

Además, la reciente caída de la libra, de casi un 4% desde principio de año, amenaza con serias consecuencias para el PIB, puesto que las importaciones serán más costosas, si bien la contrapartida es que este factor debería dejarse notar también en un IPC que el BoE necesita que empiece a aumentar.

Aunque el aspecto positivo es que las ventas al exterior deberían verse favorecidas por una moneda más débil frente al dólar y euro, el empeoramiento de la economía global jugará en contra y, por si fuera poco, Reino Unido ya no produce el nivel de bienes exportables del pasado, como evidencia la mejora de los servicios, frente al constipado que sigue sufriendo la industria.

El paro, en las menores cotas en una década

El paro ha caído a su menor nivel en más de una década, pero el crecimiento de los sueldos se ha ralentizado. La evolución es especialmente negativa para la economía, ya que la mejora de los salarios es uno de los referentes del Banco de Inglaterra para elevar intereses. El gobernador Mark Carney ya ha avanzado que no considerará subida alguna hasta que la mejora salarial llegue al 3%.

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