Economía

La receta para que España alcance la prosperidad: los ingredientes de Rafael Doménech y Javier Andrés

  • "Las reformas debe iniciarlas un partido y que las continúe otro"
  • "Proponemos un contrato indefinido que sea la opción por defecto"
Javier Andrés y Rafael Doménech

Rafael Doménech y Javier Andrés son dos de los economistas españoles con mejor currículum dentro del país. Ambos son catedráticos de Análisis Económico, pero además tienen una extensa carrera profesional fuera del país. También han colaborado -y asesorado- a importantes instituciones como la OCDE o el Banco de España. Pero quizá una de las contribuciones más importantes a la economía sea su libro 'En Busca de la Prosperidad' en el que muestran el camino que debe seguir España para llegar a converger con los países más prósperos de Europa.

-Ustedes explican que el reducido tamaño de las empresas en España es una de las causas principales del escaso crecimiento de la productividad durante años. ¿Es posible que en España los empresarios tengan cierta tendencia a distribuir beneficios en lugar de reinvertirlos lo que impide el crecimiento de las empresas? Quizá está 'cultura' impida un mayor crecimiento de las pequeñas empresas ¿o pesan más las barreras regulatorias y el peso de ciertos impuestos?

Los problemas de financiación afectan al crecimiento y la internacionalización de las empresas, pero no hay evidencia de que esas dificultades se deban en España especialmente a la política de distribución de beneficios. Sin embargo sabemos que la insuficiencia (relativa) de capital humano (la capacidad de gestionar empresas medianas y grandes), de calidad institucional y unas regulaciones inadecuadas en mercados de productos y de trabajo, la fiscalidad, así como una mejorable eficacia del sistema judicial son factores determinantes de la organización empresarial y en particular de sus decisiones estratégicas de crecimiento, adopción de nuevas tecnologías y diversificación de mercados.

-Si una mayor parte de las empresas españolas alcanzan un tamaño mayor podrían expulsar del mercado a un buen número de empresas más pequeñas. Esta situación ¿podría derivar en un descenso de la competencia que terminase perjudicando al consumidor con precios más elevados y rígidos?

No hay razón para que la competencia sea menor. Al contrario, la competencia entre empresas grandes suele ser más intensa que entre las pequeñas, sobre todo cuando están expuestas a la competencia internacional. Esta no puede ser una razón para desaprovechar las ventajas de que las empresas organicen de la mejor manera posible sus recursos y la que quiera crecer lo haga. Además esas ventajas de productividad asociadas a la escala se alcanzan mucho antes de que las empresas tengan un excesivo poder de mercado. No se trata de forzar a las empresas a que tengan un tamaño concreto, sino facilitar que cada una alcance el que le resulte más adecuado de acuerdo con las condiciones de los mercados en los que opera y no de rentas o ventajas derivadas regulaciones o incentivos inadecuados. Estas empresas más eficientes, sea cual sea su tamaño, están en mejores condiciones para competir, beneficiando al consumidor tanto en calidad como en precio. En todo caso, son los reguladores los que deben velar para que la competencia entre empresas sea efectiva y ninguna empresa disfrute de esa situación de poder de mercado.

-El reto demográfico de España es importante. Sin un crecimiento constante de la población es muy complicado lograr incrementos del PIB. Sin embargo, países como Japón han demostrado que sí se puede lograr aumentos del PIB per cápita y mejorar la vida de sus ciudadanos a pesar del envejecimiento de la población. ¿Sería extrapolable esta situación a España? ¿o sería mejor opción atraer población extranjera que mantuviese o aumentasen la población activa y la tasa de empleo?

La estrategia de Japón funciona de momento pero a la larga es difícilmente sostenible y exige un enorme ahorro de previsión. Es preferible combinar estrategias que incluyan atraer inmigrantes, cuanto más cualificados mejor. Esto nos permitirá minimizar los costes del envejecimiento sobre el Estado de bienestar. Por ejemplo, dentro de 30 años el número de pensionistas pasará de 9 a 15 millones. Para mantener la relación entre la pensión media y el salario medio necesitaremos que el empleo aumente en 10 millones. Todo lo que no aumente el empleo exigirá un esfuerzo mayor en términos de ahorro, impuestos o reducción del nivel de vida relativo de nuestros pensionistas respecto a los cotizantes del sistema.

-Durante el libro, ustedes señalan que la progresividad de ciertos impuestos como el IRPF pueden causar distorsiones nocivas para la economía. ¿Son partidarios de establecer un 'flat tax' ('impuesto plano' que grava el ingreso al mismo tipo sea cual sea el tamaño de dicho ingreso) en el IRPF?

Un flat tax con un mínimo exento puede ser todo lo progresivo que queramos. Esta es la opción que han elegido algunos países para simplificar el sistema fiscal, hacerlo más sencillo y transparente, reducir las distorsiones y la evasión fiscal. En todo caso, nuestro sistema impositivo tiene todavía mucho recorrido para mejorar en todos estos aspectos sin necesidad de recurrir necesariamente al flat tax.

-Son varios los expertos que han recomendado a España implementar una devaluación fiscal (reducir las cotizaciones sociales y subir el IVA) porque podría otorgar un mayor grado de competitividad a los bienes y servicios producidos sin incurrir en un descenso de los ingresos fiscales ¿por qué creen que el Gobierno no se ha atrevido a efectuar este cambio?

Porque los efectos sobre la creación de empleo a la que daría lugar rebajar las cotizaciones sociales son indirectos y no podemos identificar con nombres y apellidos las personas que encuentran trabajo gracias a la devaluación fiscal. Por el contrario, la subida de los impuestos indirectos (no solo el IVA de algunos artículos, también los medioambientales o de otro tipo) es muy fácil de observar de un día para otro. En cualquier caso somos defensores convencidos de esta medida y de que las cotizaciones sociales sean percibidas como algo propio en cuentas individuales (como en los países nórdicos o Reino Unido). De esta manera se consigue que no encarezca el factor trabajo sino que los trabajadores lo consideren como ahorro y una parte más de su salario.

-Ustedes exponen que la propuesta de la renta básica podría ser un fuerte desincentivo al trabajo. Sin embargo parece que el sistema productivo cada vez es más intensivo en factor capital (maquinaría, tecnología, etc.) y menos intensivo en factor trabajo (empleados), una tendencia que parece imparable. Sin la renta básica ¿qué futuro le espera a ese capital humano que no tenga espacio dentro del sistema productivo? ¿Cómo será el mercado laboral del futuro?

No tenemos una bola de cristal para saber como será el futuro. Pero sí sabemos algunas cosas. Primero, que en las anteriores revoluciones industriales el trabajo terminó adaptándose a los cambios productivos. Segundo, que en los países en los que la transformación tecnológica y digital está siendo más intensa las tasas de desempleo son en general menores. Tercero, que la adaptación a los cambios y flexibilidad es fundamental y, por esta razón, la mejora del capital humano es la mejor inversión a nivel individual y colectivo. El capital humano es más productivo y está mejor remunerado en los países en los que es más abundante, ya que eso atrae una inversión productiva intensiva en la demanda de trabajo cualificado. Además el sistema productivo no es algo rígido sino dinámico y los ciudadanos mejor formados tienen también una mayor capacidad para emprender nuevas actividades y encontrar nuevos espacios en el mercado laboral. Esa formación se puede adquirir en el sistema educativo, mediante la formación profesional y continua en empresas, y en buenos centros de colaboración pública y privada, sometidos a rigurosos sistemas de evaluación continúa.

-Quedan escasos días para las Elecciones Generales. Las comparaciones son odiosas, pero su libro parece coincidir en los puntos más importantes y no tan importantes con el programa económico de Ciudadanos. Centrándonos en la economía ¿creen ustedes que las propuestas de Ciudadanos van en la correcta dirección para alcanzar la prosperidad?

Es bueno que los partidos vayan afinando cada vez más sus propuestas y que se instaure un clima de debate económico y social sosegado e informado. Pero en el libro precisamente hemos tratado de no identificar nuestras propuestas con unos u otros partidos porque, tanto nosotros como otros economistas a los que respetamos, venimos haciendo estas propuestas desde hace muchos años. Además los retos a los que nos referimos en el libro son colectivos y tienen que abordarse sean cuales sean los gobernantes de cada momento, si queremos progresar en la dirección de los países más avanzados del mundo. Y sobre todo porque estas reformas requerirán pactos de Estado y un seguimiento y evaluación permanente más allá de la próxima legislatura. Debemos acostumbrarnos a que las reformas las inicie primero un partido y luego las continúe otro. Es lo que pasó en Alemania con las reformas Hartz que llevaron a cabo Schroeder y Merkel.

-Una de las propuestas estrella de Ciudadanos es el 'complemento salarial'. Son muchos los economistas que defienden esta medida para reducir la desigualdad sin crear desincentivos al trabajo. Sin embargo, los más críticos sostienen que este complemento supondrá una especie de traba para que suban salarios y a la vez una reducción de costes que debería asumir el empresario ¿ustedes piensan que esta medida será positiva en España?

Nosotros proponemos algo parecido con un mínimo exento en las cotizaciones sociales y un complemento al salario mínimo cuando sea necesario, para sacar de la situación de desempleo a los trabajadores con menor formación y productividad. En cualquier caso, son medidas que deben estar muy bien diseñadas, condicionadas a que los trabajadores mejoren su formación (dentro y fuera de la empresa) y que tengan carácter temporal a nivel individual. Si están bien diseñadas, los salarios aumentarán a medida que lo haga la formación y la productividad de esos trabajadores. Y las empresas que no lo entiendan así verán como esos trabajadores buscan mejores empleos en empresas de la competencia.

-¿Es viable el contrato único en una economía como la española en la que ciertos sectores necesitan 'tirar' del contrato temporal? Por ejemplo, un bar o un hotel a pie de playa en Gandía.

Nosotros no proponemos un único contrato, sino un contrato indefinido bien diseñado que sea la opción por defecto de empresas y trabajadores, de manera que el temporal tenga carácter residual y muy tasado. El contrato indefinido debería tener la característica de una indemnización creciente con la antigüedad y venir complementado con una cuenta nocional similar a la 'mochila austriaca'. El contrato temporal puede ser necesario en un contexto de incertidumbre sobre una nueva actividad empresarial o similar. Pero, como todo seguro, debe llevar asociado una prima, por lo que este contrato tendría un coste de finalización incluso mayor que el contrato indefinido en los primeros años. De esta forma se convertiría en residual, para condiciones muy específicas, y no reduciría sino aumentaría la protección a los trabajadores contratados de esta manera. Por otra parte, para situaciones en las que la estacionalidad lo exija podemos tener un buen contrato indefinido y discontinuo a lo largo del año.

-Los políticos españoles están entre los peor pagados de Europa, sobre todo si se compara con el nivel de renta per cápita del país. ¿Esta situación podría estar causando una especie de selección adversa? Es decir, los bajos salarios para un trabajo de tanta responsabilidad fomenta la entrada al mundo de la política de personas que carecen del talento necesario para tal puesto ¿Un salario más elevado atraería a la política a talentos que hoy están en el sector privado?

Nosotros aspiramos a vivir en una sociedad más próspera y con mayor bienestar en el que los salarios mayores son resultado del talento, la excelencia, el conocimiento y el mérito. Lógicamente estos criterios deben aplicarse también a la remuneración de nuestros políticos y de todos los niveles de la administración pública. Una sociedad funcionan mejor y se siente más orgullosa de sí misma cuando está gobernada por personas competente y bien pagadas.

-Ustedes señalan que en España el aumento del gasto en educación no mejora necesariamente los resultados educativos. ¿Cuál sería el cambio más urgente que necesita la educación en España?

Así es. La educación requiere una suficiencia de recursos y además de forma sostenida al margen de los vaivenes del ciclo económico. Pero además hay que administrar estos recursos con mucha más eficiencia de cómo lo hemos hecho hasta ahora. La evidencia internacional indica que no hay una clara relación entre gasto por estudiante y rendimiento del sistema educativo. Aunque hay otros, la diferencia entre España y Corea es un claro ejemplo. Corregido por paridad de poder adquisitivo, Corea gasta menos por estudiante que España pero solo un 2% de la población entre 25 y 34 años no ha alcanzado la educación secundaria superior (frente al 34% en España) y un 68% de ese grupo de edad tiene algún tipo de educación superior (frente al 41% de España). Para gastar más primero hay que gastar mejor, lo que requiere un cambio en muchos ámbitos del sistema educativo, tal y como señalamos en el libro. El objetivo más urgente es reducir a los niveles de los mejores países europeos el fracaso escolar y el abandono temprano del sistema educativo, cuando ahora somos el peor país de la Unión Europea.

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