
Los mercados financieros intentan presionar a Mario Draghi para que a su discurso siga por fin algo de acción. En 2012 salvó el euro con sólo pronunciar las palabras "lo que haga falta", presumiendo de la artillería con la que defender al euro.
Ahora, más de tres años después, el presidente del BCE ha ido dejando caer la idea de que su programa de estímulo monetario bautizado como QE (y que se puede resumir con brocha gorda en una masiva operación de compra de deuda) podría expandirse aún más, en un intento casi agónico para hacer que la tasa de inflación invierta su signo negativo.
El problema es que el BCE se ha vuelto a topar con los límites políticos y técnicos del edificio "Europa", y los inversores se preguntan ahora cómo se realizaría esa ampliación de su programa sin infringir las fronteras de los tratados.
Draghi y el resto de miembros del Consejo de Gobierno del insituto emisor se reúnen en Malta desde este miércoles para discutir posibles cambios en el rumbo de la política monetaria y el jueves a mediodía anunciarán su decisión.
Voluntad sí, pero ¿capacidad?
A la credibilidad del BCE no le ha ayudado el comportamiento del euro (subiendo contra el dólar) y de la inflación (famélica) en los últimos meses.
"El problema con el BCE no es su determinación para alcanzar el nivel de inflación" ideal, cercano al 2%, afirma Karen Ward, economista jefe en HSBC Holdings. "El problema es la capacidad que tiene para hacerlo. No se si tiene lo que hace falta" apostilla, jugando con las palabras del propio Draghi.
Volviendo al radio de acción de Draghi, sus límites vienen marcados por Alemania. Está, en primer lugar, la oposición de numerosos líderes al propio programa de estímulo, de cuyos resultados desconfían.
Pero hay además un límite técnico: el actual programa de compra de activos discrimina su origen y reparte el dinero del BCE entre los títulos disponibles en función del capital que cada estado miembro ostenta en el emisor.
Muy pocas salidas
Como consecuencia, los activos alemanes tienen un gran peso -el mayor- en la cartera del BCE, y representan cerca de un 25%. En la actual coyuntura de superávit presupuestario en Berlín, sin embargo, los bonos alemanes se han convertido en un producto escaso.
La salida más fácil podría ser cambiar la equivalencia proporcional entre capital y deuda, y hacer que el BCE compre más activos en unas zonas que en otras, pero eso podría enfurecer a quienes interpretan de forma severa el papel que debe jugar la institución.
Tampoco ayuda el límite de activos a comprar en función de su rentabilidad, puesto que no puede comprar ninguno que rinda menos que la tasa de depósito del BCE, que actualmente está en -0,2%. Y eso significa que un tercio de toda la deuda alemana está fuera del alcance del Banco.
La tercera vía tampoco es un camino de rosas: comprar deuda privada. Y es que está repleta de inconvenientes, puesto que el riesgo de estos activos es mucho mayor, y además crearía problemas de elección... ¿Qué deuda comprar? ¿Por qué una empresa y no otra?
"Estas limitaciones nos hacen dudar de la capacidad del BCE para crear un contexto monetario apropiado", remata Ward.