
De un tiempo a esta parte, la coyuntura económica de las distintas potencias mundiales comienza a mostrar señales de flaqueza. Mientras que en Estados Unidos la Reserva Federal de St. Louis estima que la probabilidad de una recesión económica ronda el 0,96 por ciento, los incendios comienzan a aflorar en otras partes del planeta. Desde Canadá a Japón pasando por la República Checa, Taiwan, Eslovenia, Brasil o Rusia han registrado o se encuentran en una contracción de su actividad económica, lo que en algunos casos se ha materializado en una recesión técnica.
Un contexto que ha estado aderezado con los avisos del Fondo Monetario Internacional y otros organismos internacionales que han rebajado su previsiones de crecimiento o amenazan con hacerlo próximamente (recordemos que el Fondo dará a conocer sus últimas previsiones el próximo 6 de octubre en Lima, Perú).
Alertas que la semana pasada forzaban implícitamente a la Reserva Federal a seguir retrasando su normalización monetaria y que entre los inversores comienza a generar cierto pánico que emula comportamientos de crisis. Dos días antes de la decisión de Janet Yellen de mantener los tipos sin cambios, Bank of America Merrill Lynch daba a conocer su popular encuesta entre administradores de fondos de todo el mundo. La conclusión no era nada halagüeña ya que un "pesimismo inequívoco" parece haberse apoderado del sector financiero mundial. Los balances de efectivo están de vuelta a los niveles de la crisis de 2008 de 5.5% mientras el sentimiento hacia los mercados emergentes globales se deteriora aún más, con el panel desfavoreciéndolos en un récord del 34% neto, y los agresivos desfavorecimientos en máximos históricos.
Una vez más, la amenaza de una recesión en China se posiciona como el mayor riesgo al mismo tiempo que las preocupaciones en torno a una potencial crisis de deuda en los mercados emergentes también incrementan de forma considerable. "Las rutas que están tomando los mercados financieros y las materias primas a nivel global afectarán negativamente a los países emergentes, mientras que el crecimiento en las economías desarrolladas continúa mostrando signos de fortaleza, aunque todavía modesta y vacilante", explica Nariman Behravesh, economista jefe de IHS Global Insight. Desde su punto de vista "cuatro tendencias han impulsado esta divergencia": la deuda y el desapalancamiento; la caída en el petróleo y otras materias primas; las acciones de los bancos centrales y la subida del dólar estadounidense".
No debemos pasar por alto que Citi proclamaba la semana pasada como su escenario base "una recesión global en 2016". Un hecho que estaría propiciado principalmente por el debilitamiento en China. "De todos los posibles escenarios de riesgo, el que describe una crisis es, en términos realistas, el que tiene más probabilidades de materializarse", indicaba el economista jefe de Citi, Willem Buiter. Buiter dejaba claro que el banco cuenta como escenario principal "una recesión mundial a partir de 2016, encabezada por China". "La incertidumbre se mantiene, pero la probabilidad de una respuesta política oportuna y eficaz parece estar disminuyendo", justificó este experto. Para su equipo, el posible aterrizaje brusco de la segunda mayor economía de mundo es un "escenario cada vez más probable".
Una situación que arrastraría a otros mercados emergentes y lastraría a la economía mundial hacia una recesión "moderada" el año que viene.Es importante al hablar de una recesión mundial que para que esta se materialice no es necesario registrar un crecimiento negativo. En el caso de la actividad económica del planeta, los expertos consideran que el mundo se contrae cuando su ritmo de avance se debilita por debajo del 3 por ciento. Si el gigante asiático sigue mostrando signos de flaqueza, con una reducción significativa de su demanda y un ajuste de su balanza, las inversiones podrían reducirse de forma drástica. Si esto llegase a ocurrir, la caída en las importaciones de bienes de capital podría impactar de lleno a Japón, Corea del Sur y Alemania. Recordemos que un tercio de las inversiones globales a precio de mercado tienen lugar en China.
Otro de los canales de contagio, el más importante, está en el comercio de materias primas. La caída en los precios del petróleo sigue estando lejos de mínimos históricos pero ha herido profundamente a países exportadores como Australia, Brasil, Canadá, Rusia o Venezuela. Sólo importadores, como India o la propia Eurozona, se están viendo beneficiados por estos acontecimientos. Aún así, estar turbulencias interactúan con el sistema financiero, afectando a los países y empresas más apalancados. Según el Banco Internacional de Pagos (BIS, por su siglas en inglés), el crédito no bancario fuera de las fronteras de EEUU alcanzaba en marzo los 9,6 billones de dólares, una cifra que se encarece a medida que el billete verde continúa con su escalada alcista.
El endeudamiento en dólares ha obligado a muchas compañías a reducir sus inversiones mientras que mucho países, incluido China, han tenido que echar mano de sus reservas de divisas para estabilizar la situación. "China podría repuntar en los próximos meses gracias a las medidas de apoyo presupuestario, pero el panorama subyacente apunta a una economía cuyo crecimiento se ralentiza", indica Keith Wade, economista jefe de Schroders. Desde la entidad financiera estiman que el crecimiento en la segunda mayor economía del mundo se desacelerará hacia el 6% en 2016, dado que la economía se enfrentará a los escollos estructurales derivados del exceso de capacidad.
"No creemos que se produzca un aterrizaje forzoso, pero tampoco un claro repunte", matiza Wade. Entretanto, la economía seguirá experimentando tensiones deflacionistas y los mercados continuarán debatiendo la necesidad de que las autoridades implanten nuevas medidas monetarias, incluida una posible devaluación del yuan.