
Tras más de un año y medio de aspiraciones españolas y maniobras bajo radar para presidir el Eurogrupo, la carrera puede llegar a su fin. Los ministros de Finanzas del euro decidirán en Luxemburgo si respetan el pacto político alcanzado entre los líderes europeos el pasado verano, y según el cual el ministro de Economía, Luis de Guindos se quedaría con el timón de sus encuentros. O, si por el contrario, reconocen la labor del actual presidente, el holandés Jeroen Dijsselbloem, y le premian con otros dos años y medio.
La fecha de la votación todavía es una incógnita. Fuentes del Eurogrupo señalan a elEconomista que probablemente se celebre el jueves. De no ser así, se aplazaría hasta la próxima reunión del 13 de julio.
España confía en el pacto político, que la canciller alemana, Angela Merkel, bendijo el pasado agosto. El pacto no sólo corrige la infrarrepresentación española en los puestos de poder, sino que además reconoce la robusta recuperación de nuestra economía, fiel alumna de los dictados de Bruselas y Berlín. Sin embargo, las carreras en política se ganan en el sprint, y la temprana intentona del Gobierno puede quedarse en un esfuerzo maratoniano que no le lleve al cajón de la victoria.
Porque Dijsselbloem ha guardado sus cartas para el último momento. El holandés mantuvo el pulso cuando desde Madrid buscaban echarle de su silla el pasado otoño, buscándole posibles salidas antes del final de su mandato. Cansado de las maniobras españolas, que llegaron a irritar a su equipo, Dijsselbloem finalmente anunció su voluntad de repetir en el cargo, que se vio forzado a sugerir más de medio año antes del final. Aunque la conquista del Eurogrupo ya no sería el paseo triunfal que esperaban, España siguió confiando en la carta de Merkel, sin cuyo visto bueno no se ha puesto una coma en la estrategia económica europea.
Crece con el puesto
El holandés además había tenido un principio lleno de baches, hasta el punto que la gestión del rescate de Chipre cuestionó si estaba preparado. Pero Dijsselbloem ha crecido en el puesto, como reconocen hasta los que más le criticaron al principio. No sólo ha conseguido transformar la reunión de los ministros de Finanzas en un selecto club más eficiente y con más relevancia política, sino que además se ha convertido en un portavoz eficaz de sus directrices, escritas con renglón germano. Más aún, la negociación de la unión bancaria y de este último capítulo de la saga griega le ha dado volumen político, aunque haya tenido siempre que depender del empujón de Alemania.
Para poder jugar todas sus bazas, Dijsselbloem ha movido la partida a su mesa, adelantando la decisión a este jueves, aunque inicialmente comentó que esperaría hasta julio para lanzar el proceso, al concluir su mandato el 21 de ese mes. De esta manera, evita que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, pueda cobrar a Merkel el apoyo durante la reunión de los líderes europeos el 25 y 26 de junio. Además, que el ministro de Finanzas alemán Wolfgang Schäuble, vote por el español, no empujará por él si los números no salen, según señalan varias fuentes.
Pero para ganar la silla, Dijsselbloem no sólo necesita bloquear al rival, sino también marcar. Por eso, el socialista holandés ha cortejado a los Gobiernos de su familia política, sobre todo Francia e Italia. Aunque ni Paris ni Roma sintonizan totalmente con Dijsselbloem, quien no ha respaldado sus llamadas para aflojar el corsé de la disciplina fiscal, se inclinan por dar su apoyo para evitar que otra silla de poder pase a manos de la familia conservadora.
Guindos se podría haber beneficiado de una improbable carambola, si el mandato del presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, estuviera más cerca de su conclusión. El socialista alemán quiere ser reelegido otros dos años y medio. Si hubiera conservado su mandato, su familia política podría haberse dado por satisfecha y haber cedido la silla a Guindos. Sin embargo, según varias fuentes del Parlamento Europeo, ambas carreras no sólo no son paralelas sino que dudan que están conectadas.