De poco han servido las creativas políticas monetarias puestas en marcha por los bancos centrales en los últimos años para contrarrestar la crisis. Así lo cree el economista Nouriel Roubini, que considera que la desmedida inyección de dinero no hará que ni el crecimiento ni la inflación retomen sendas saludables mientras persista la austeridad fiscal y continúe habiendo escasez de la demanda.
El BCE anunció por fin el pasado 22 de enero su esperado programa de compra de deuda, por el que adquirirá bonos soberanos y corporativos por valor de 60.000 millones de euros al mes desde el próximo mes de marzo hasta septiembre de 2016. De esta forma, el banco central de la zona euro ha seguido los pasos de la Fed estadounidense y del Banco de Japón.
Sin embargo, en opinión del conocido como Doctor Doom por sus previsiones pesimistas, la razón de que los estímulos de los bancos centrales no hayan logrado reconducir la economía ni que repunten los precios tiene que ver por un lado con la política fiscal y, por otro, con la escasez de demanda.
"Vivimos en un mundo donde hay demasiada producción pero muy poca demanda. El resultado es una persistente presión desinflacionista, si no deflacionista, a pesar de la agresiva política monetaria de expansión cuantitativa", afirma Roubini, profesor de Economía en la Universidad de Nueva York, en un artículo publicado en Project Syndicate.
Presiones deflacionistas
Y es que se dan una serie de factores que ejercen presión desinflacionista y complican los esfuerzos de los bancos centrales para utilizar la política monetaria con el objetivo de estimular la inflación. "La inflación es baja y sigue cayendo en casi todas las economías avanzadas: los bancos centrales están fallando a la hora de su mandato de mantener la inflación en el 2%, e incluso les está costando evitar la deflación", afirma el economista.
Por una parte, destaca la anémica recuperación económica que se ha venido registrando, insuficiente para revertir la situación y acompañada además de un "doloroso" proceso de desapalancamiento de deuda tanto pública como privada.
Además, Roubini incluye la brecha de producción, con las empresas ante un margen de maniobra limitado para fijar precios, y el elevado número de personas desempleadas frente a una cifra insuficiente de puestos de trabajo. También menciona el aumento de la desigualdad de renta, al "redistribuir los ingresos desde los que gastan más a aquellos que ahorran más, lo que ha acrecentado la escasez de demanda", indica en el artículo.
Además, señala el problema del mercado de la vivienda, que no termina de arrancar en los países donde estalló la burbuja (EEUU, España o Irlanda), y que supone una amenaza en otros países donde podría producirse un crash inmobiliario, como China, Francia o Suiza.
Estímulos fiscales
Según apunta, las políticas monetarias no convencionales tratan de prevenir la deflación debilitando la moneda y mejorando las exportaciones, aunque lo que consigue es "un juego de 'suma cero' que básicamente exporta deflación y recesión a otras economías".
Porque para Roubini este tipo de herramientas de 'quantitative easing' tienen que estar acompañadas de "estímulos fiscales temporales", en lugar de la tendencia a la austeridad que actualmente se impone en la Eurozona y en otras de las principales economías mundiales como Reino Unido o Japón.
"De hecho, la zona euro, el Reino Unido, EEUU y Japón continúan dedicados a la austeridad fiscal y la consolidación, en diversos grados", explica y concluye que se trata de la "receta" perfecta para un "lento crecimiento sostenido, una estanflación secular, la desinflación e incluso la deflación".