
"Con un Gobierno socialista no habría superávit mientras tengamos déficit de familias con vivienda, de mayores con plazas residenciales, de escuelas con recursos, de becas para estudiantes y tantas necesidades sociales". La frase se pronunció el 28 de octubre de 2003. Su autor: José Luis Rodríguez Zapatero. Cuando dijo esta frase era líder de la oposición. Hoy es un presidente del Gobierno que presume del superávit del 2,3 por ciento del PIB alcanzado por las cuentas del Estado en 2007.
"Gracias a unas cuentas públicas envidiables vamos a poder seguir invirtiendo en educación, en investigación y aumentar las políticas sociales", dijo días atrás. ¿Qué ha pasado para este cambio? La respuesta es sencilla: tiene el BOE en su mano.
Pero no sólo es el jefe del Ejecutivo el que ha virado en sus posiciones. Un rápido análisis de las declaraciones de los políticos en los últimos cuatro años permite una clara conclusión. No hay nada más parecido a un dirigente del Partido Socialista que otro del Partido Popular. Sólo les separa una cuestión, ciertamente transcedente: estar en el Gobierno o en la oposición.
Los bancos azules
Los discursos de Rajoy y Zapatero cuando han ocupado los bancos azules del Congreso -en los que se sientan los miembros del Ejecutivo- son idénticos, como lo son los que han pronunciado cuando han estado lejos del poder. ¿No se lo creen? Les proponemos una prueba. Adivinen al autor de esta valoración del IPC, ahora que está en el 4,4 por ciento. "El nivel de inflación actualmente vigente en nuestro país se debe a factores esencialmente transitorios, que irán desapareciendo en los próximos meses". ¿Respuesta? Pedro Solbes. ¡No! La correcta es Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda del Partido Popular. Lo dijo en 2002, con los precios creciendo también por encima del 4 por ciento.
¿Quieren saber lo que dice hoy Pedro Solbes con el IPC armonizado en el 4,4 por ciento? "La subida de la inflación se debe a factores exógenos y a partir de primavera bajará". Por el contrario, a Mariano Rajoy esta explicación no le convence. En 2002 no hablaba de los precios, pero ahora, en la oposición, no duda en denunciar que "se ha producido un incremento sin precedentes de la inflación". ¿Y Zapatero? Hoy, como Solbes, se fija en el carácter coyuntural de la subida, pero cuando aún veía el Palacio de La Moncloa como un sueño lejano exigía al Gobierno del PP que "congele las subidas de luz y teléfono y den un respiro a los bolsillos ante el alza de precios". Con los socialistas en el poder el encarecimiento del recibo eléctrico ha superado con creces el vivido bajo Gobierno de José María Aznar.
¿Deuda? ¿Qué deuda?
Pero no sólo de inflación viven los políticos. Ni en el Gobierno ni en la oposición. Nadie duda que el nivel de deuda alcanzado por las familias españolas es preocupante, ¿o sí? En 2003, cuando el endeudamiento suponía el 85 por ciento de la renta disponible de los hogares, el PP, por boca de su ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, decía que "la capacidad de endeudarse está en relación con el patrimonio financiero de las familias". No le faltaba razón, pero hoy, cuando ese patrimonio ha crecido en línea con la deuda, es Mariano Rajoy el que expresa una profunda preocupación. ¿Y qué se opina en los aledaños de la calle Ferraz? Depende, como en la canción. Cuando de la sede socialista se va a dormir a La Moncloa no hay problemas, pero cuando el colchón estaba un poco más lejos sí. En la oposición Rodríguez Zapatero se afanaba en recordar que "a muchas familias les cuesta llegar a fin de mes". ¡Qué tiempos!
Hoy la desaceleración de la economía se lleva buena parte de los debates políticos. Es más, tanta declaración pública, y que el cinturón aprieta, ha llevado al Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) a constatar que son los problemas de índole económica los que más preocupan a los españoles. Las casualidades de los ciclos nos permiten encontrar muy recientemente, en 2002, otro momento en el que la economía se frenó.
Por aquel entonces Zapatero participó en su primer debate sobre los Presupuestos Generales del Estado. Fue en octubre de 2002, cuando Jordi Sevilla, entonces portavoz económico del PSOE, hizo el paseíllo como si fuera a intervenir, hasta que José Luis Rodríguez Zapatero levantó el dedo y la presidenta del Congreso, Luisa Fernanda Rudi, le dio la palabra.
En aquellos días el hoy jefe del Ejecutivo estaba muy preocupado por el frenazo de la economía y le decía al PP que "todos, el Banco de España, los servicios de estudios, los empresarios, han dicho que su previsión de PIB e inflación no es creíble". ¿No es exactamente lo mismo que pasa actualmente, con un cálculo de crecimiento del país del 3,1 por ciento que nadie comparte y la inflación en el 4,4 por ciento? Pero hoy desde La Moncloa el presidente incide en que España "sigue creciendo a buen ritmo y cerraremos el año con un crecimiento superior a la media europea y a las grandes potencias industriales".
Seguro que a estas alturas ya no le resulta extraño que el PP diga hoy lo que decía Zapatero hace cuatro años, y que hace cuatro años defendiera lo que hoy sostiene el presidente del Gobierno.
El PIB no es excepción
No se equivocan. Los populares miraban entonces a Europa, que también iba peor que España. "En estos momentos de dificultades crecemos más que los países desarrollados" o "si España va a crecer a un 3 por ciento, va a estar a la cabeza del crecimiento de la economía europea" fue lo que se oyó en 2002 por boca de Cristóbal Montoro. Pero en este 2008, Mariano Rajoy dice que "lo primero que hay que hacer es no eludir la realidad ni parapetarse detrás de las grandes cifras".
Hay un asunto en el que los dos partidos sí que se ponen de acuerdo. No les gusta subir la presión fiscal. Pero su coincidencia va incluso más allá. Cuando gobiernan no paran de subirla. Tanto con José María Aznar en La Moncloa como con Rodríguez Zapatero en el palacio, el peso de los tributos sobre la riqueza del país se ha incrementado. Presumen de rebajas fiscales, anuncian otras nuevas, pero las cifras dicen lo que dicen. Cuando están en el poder y les pasa, tratan de justificarlo, pero esos argumentos no valen en la oposición.
Aquí tienen las pruebas. Zapatero en 2002 estaba muy preocupado porque "la presión fiscal ha aumentado dos puntos desde que gobierna el Partido Popular". Y desde el PP le explicaban -cuando aquello de que a Zapatero le bastaba con dos tardes para saber de economía- "que la presión fiscal responde a la elasticidad de la renta de los impuestos. Se pueden bajar tributos y recaudar más".
Alguien le debería explicar a Rajoy este razonamiento, ya que con el PSOE se han bajado impuestos, tanto el IRPF como Sociedades, y la recaudación también ha crecido. Pero el líder del PP denuncia allá donde puede que "hoy soportamos dos puntos más de presión fiscal que en 2003". Cierto es que razón no le falta.
Valorar los programas
Pero el colmo de los colmos llega al valorar los programas electorales del enemigo. Parece que sólo hay calculadoras en los ministerios y que cuando se está en la oposición nadie sabe sumar. De lo contrario, no se entiende que en 2003 Mariano Rajoy tuviera la preocupación de que si se materializaban las iniciativas del PSOE "pulverizaríamos todos los récord de déficit". El PP cifraba ese gasto en 45.000 millones de euros, y que hoy sean los socialistas, por boca de Pedro Solbes, quienes adviertan de que la reforma fiscal que propone el líder del PP, cuyo coste cifran en el Gobierno en 30.000 millones de euros, se comería todo el superávit. Son sólo unos ejemplos de cómo son nuestros políticos.