Economía

El mundo al revés en la reuniones del FMI y el Banco Mundial

Teresa Bouza

Washington, 20 oct (EFECOM).- Los países emergentes están acostumbrados a que el FMI les diga lo que tienen que hacer para alcanzar la deseada meta de la prosperidad, pero este año han decidido ser ellos los que dan consejos al organismo multilateral.

Y en opinión del ex presidente del Banco Mundial (BM) James Wolfensohn (1995-2005) el Fondo Monetario Internacional (FMI) haría bien en escucharlos.

Wolfensohn recordó, en un foro financiero que tuvo lugar en Hong Kong a finales de septiembre, que el mundo en desarrollo, que ahora representa un 10 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) mundial, aumentará su peso hasta el 65 por ciento para el año 2050.

Advirtió que los países ricos no están preparados para ese "cambio tectónico" que se avecina y que creará un nuevo centro económico de gravedad en torno a China e India.

Puede que animados por esas proyecciones y por el hecho de que esta vez no han tenido nada que ver con las actuales turbulencias financieras, los responsables de los países emergentes hayan decidido adoptar un tono desafiante ante el orden establecido.

Los ejemplos se suceden desde distintas partes del planeta y hasta en la propia sede del FMI, donde este fin de semana se celebra la Asamblea Anual conjunta del organismo y su institución hermana, el Banco Mundial.

Sirva como ejemplo el comunicado emitido el viernes por el G-24, que agrupa a países africanos, asiáticos y latinoamericanos, en el que se acusa al Fondo de fracasar en su cometido de impulsar la estabilidad global.

Los ministros del G-24, hicieron alusión a la reciente crisis en el sector de hipotecas de alto riesgo estadounidense que, dijeron, pudo haberse prevenido si el FMI analizase con tanto celo a los países ricos como a los pobres.

Las ondas expansivas de ese fenómeno forzaron al Fondo a rebajar esta semana al 4,8 por ciento su proyección de crecimiento global para el 2008, frente al 5,2 previsto anteriormente.

"Hacemos hincapié en la necesidad de que el FMI mejore su vigilancia de las economías avanzadas, al poner tanto énfasis en evaluar sus debilidades como las de las naciones emergentes", dijeron los integrantes del G-24.

El grupo calificó también de "inaceptable y decepcionante" la propuesta para dar más voz a los países en desarrollo en el FMI, que aumentaría su peso en sólo el dos por ciento.

La actual distribución de poder en el organismo refleja la estructura existente en el mundo en 1944, cuando se crearon el FMI y su institución hermana, el Banco Mundial.

Puede que la frustración por la lentitud de la reforma explique el que el presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, pidiese esta semana a las naciones en desarrollo que creen nuevas instituciones globales que sustituyan al BM y el Fondo.

"No hay lugar para los países en desarrollo" en el BM y el FMI, dijo Lula durante su visita a África.

Algunas naciones latinoamericanas, Brasil entre ellas, han decidido tomar la sartén por el mango con la creación de un banco de desarrollo regional, el Banco del Sur, que podría empezar a operar en los próximos meses.

El presidente colombiano, Álvaro Uribe, pidió la semana pasada a los siete socios fundacionales (Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela) que su país sea admitido en esta nueva entidad multilateral regional.

Uribe insistió, no obstante, en que el eventual ingreso de su país en el organismo no es un rechazo al Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) o el FMI.

El presidente venezolano, Hugo Chávez, ha presentado el proyecto como un contrapeso a la influencia de EEUU y los organismos multilaterales con sede en Washington, así como un instrumento para que la región asuma las riendas de su destino económico.

Voces menos radicales que las de Chávez, como la del premio Nobel de Economía y ex economista jefe del BM, Joseph Stiglitz, creen que el organismo tiene el potencial de alzarse como una voz alternativa a la de las grandes instituciones multilaterales.

Con semejante revuelo entre los países emergentes, el ministro brasileño de Hacienda, Guido Mantega, cree que el FMI tiene solo dos opciones: renovarse o morir. EFECOM

tb/jlm

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