El frenazo de la actividad china y de la economía de EEUU y el impacto de la crisis de la deuda soberana en Europa cuestionan la mejoría.
Cuando la locomotora de un ferrocarril comienza a perder fuelle, el resto de vagones no tardan en aminorar la marcha y, en ocasiones, llegan a frenar en seco dando lugar a una verdadera catástrofe. En estos momentos China, cabecera de la economía mundial, comienza a ofrecer señales de cansancio, como bien demuestran las manufacturas del gigante asiático que, en junio, registraban un nuevo descenso por segundo mes consecutivo. Al mismo tiempo, el impacto de la crisis de deuda soberana que sobrevuela Europa amenaza con desvanecer la demanda, algo que a su vez dañaría las exportaciones chinas mientras que, en Estados Unidos, los monstruosos estímulos fiscales no surten el efecto deseado y ahogan las cuentas públicas.
Bajo estas circunstancias, donde la volatilidad de los mercados, la caída libre del sector inmobiliario y el paro exacerbado parecen haberse blindado ante cualquier estímulo monetario y fiscal, cada vez más personas comienzan a barajar un escenario tabú para la economía mundial: el de la doble recesión. Antes de abrir la caja de los truenos y determinar por qué este truculento escenario podría hacerse realidad, es necesario diseccionar este término, también conocido como doble uve por la forma gráfica que representa.
Robert Hall, presidente del Buró Nacional de Estudios Económicos (NBER), explica que este acontecimiento se produce cuando una recesión se interrumpe con un repunte del crecimiento que, más tarde, vuelve a caer en el abismo, normalmente con mayor virulencia. "La idea es que la actividad económica crezca durante un periodo de tiempo pero no lo suficiente para completar un ciclo, después caiga y vuelva a crecer", apuntó a Ap. No hay que olvidar que los eruditos de la NBER son los encargados oficiales de declarar el nacimiento y la muerte de las contracciones económicas.
Así, ahora parecen optimistas las previsiones realizadas a finales de enero en Davos por los participantes del Foro Económico Mundial, que auguraban un rebote rápido de la actividad económica con perfil de V en las economías emergentes, una recuperación más lenta pero firme en Estados Unidos en forma de U, y un estancamiento en la UE equivalente a una L.
China echa el freno
A día de hoy, China refleja cierta erosión tras haberse convertido en el pilar de la economía mundial, especialmente cuando EEUU sufría la peor recesión económica desde la Gran Depresión. Los últimos datos de su Índice Gerente de Compras (PMI) dentro del sector manufacturero registraban en junio una caída de 1,8 puntos básicos hasta situarse en las 52,1 unidades. Algunos expertos achacan este desplome a la estacionalidad, pero su contracción por segundo mes apunta a una señal clara de que la economía asiática está exhausta. Desde Danske Bank, su economista jefe Flemming J. Nielsen, indica que el mensaje es claro: "El crecimiento chino se ralentiza y, este año, el PIB podría crecer un 9 por ciento", frente a informes que apuntaban al 12 por ciento. La previsión oficial, sin embargo, se elevó ayer cuatro décimas, hasta el 9,1 por ciento. En el primer trimestre, el crecimiento fue de un 11,9 por ciento.
En mayo, las exportaciones de China registraron su mayor aumento en seis años, un 48,4 por ciento interanual, una señal de que el país tolera en cierto grado la crisis de deuda soberana en Europa, aunque corre el peligro de sobrecalentarse. El aumento de las exportaciones puede ser momentáneo si disminuye la demanda europea, un escenario que tampoco beneficiaría a EEUU. A su vez, Pekín ha mostrado su preocupación por la caída de la venta de propiedades, lo que apunta a una desaceleración en la inversión que puede enfriar la tercera economía más grande del mundo.
Desde Standard & Poor´s, Beth Ann Bovino aseguró a este diario que, aunque a primera vista parezca que la economía crece, la recuperación podría verse comprometida "si los precios del petróleo vuelven a la cota de los 120 dólares por barril, si un conflicto en Oriente Medio interrumpe la producción de crudo o si los mercados financieros se colapsan debido a la crisis de deuda soberana que azota al sur de Europa".
Sin embargo, para Marc Chandler, estratega jefe de divisas para el banco Brown Brothers Harriman, a las distintas economías del planeta "les está costando arrancar, como si hubiéramos aparcado un coche a la intemperie todo el invierno", explica a elEconomista. "Los datos sugieren que EEUU y Europa pierden su momento, con los subsidios gubernamentales llegando a su fin", añade.
EEUU, sin fe en la recuperación
En Estados Unidos, según la última encuesta realizada por el Pew Research Center, el 54 por ciento de los ciudadanos cree que la recesión en el país no ha llegado a su fin. Una de las primeras estrategias económicas de Barack Obama como presidente fue dar luz verde a un plan de estímulo de 787.000 millones de dólares, que sólo ha funcionado como un "subidón de azúcar".
Aun así, con la deuda nacional alcanzando un 90 por ciento del PIB y el déficit presupuestario en los 1,4 billones de dólares, la Administración Obama se encuentra atada de pies y manos, sin ases en la manga. El mercado laboral se postula, una vez más, como el talón de Aquiles de la economía norteamericana y un arma arrojadiza de cara a las elecciones legislativas del próximo noviembre. El último informe de empleo dentro del sector privado realizado por la gestora ADP registró una creación de 13.000 puestos de trabajo. En junio, la tasa de paro bajó al 9,5 por ciento, destruyó 125.000 empleos, menos de lo previsto, un hecho que no parece corregirse a largo. Para John Irons, director de investigación del Instituto de Política Económica, "el Gobierno y los legisladores no deberían plantearse ninguna reducción del déficit hasta que la tasa de desempleo descienda considerablemente y se mantenga en una tendencia claramente bajista".
"Creo que vamos a tener un crecimiento muy plano de aquí a finales de año, especialmente por el gran número de empleados municipales que están siendo despedidos", apunta Gregg Hernández, director ejecutivo del grupo de analistas del Nasdaq OMX, que no cree, sin embargo, que el PIB estadounidense vuelva a descender "oficialmente" a los infiernos en los próximos trimestres.
Por supuesto, con la tasa de paro bien acomodada entre el 9 y el 10 por ciento, el engranaje de la recuperación queda anquilosado. El sector inmobiliario se ha quedado sin los incentivos fiscales de unos 8.000 dólares que Obama ofrecía a los compradores de su primera vivienda. Así, en mayo, las ventas de casas nuevas alcanzaban la mayor caída de su historia. Las ventas pendientes de viviendas de desplomaban un 30 por ciento y la falta de demanda acerca la economía de Estados Unidos al abismo.
Sin embargo, desde Moody´s, su economista jefe, John Lonsky, descarta en declaraciones a este periódico la posibilidad de una recesión doble porque el país cuenta "con una política monetaria acomodaticia". Lonsky pronostica una caída de los intereses hipotecarios que podría reavivar la actividad inmobiliaria.
Sin embargo, con el valor de la vivienda sin tocar fondo, Jahn Hatzius, economista jefe de Goldman Sachs, apunta a una caída media del 3,5 por ciento de los precios inmobiliarios hasta 2011.
El último informe de la Conference Board registraba un recorte mensual de 10 puntos en junio, el segundo mayor descenso en un año. La tormenta perfecta podría aderezarse con el gasto del consumidor. Los ciudadanos vuelven a ahorrar en lugar de fomentar el gasto: en mayo, su crecimiento apenas fue del 0,2 por ciento, según Comercio.
Europa mira a Grecia
La Comisión Europea, por su parte, sigue manteniendo que el crecimiento se consolidará en Europa en cuanto se logre evitar que el fuego en el matorral griego prenda en el resto del bosque continental, y cuando se termine de pactar la reforma de la supervisión financiera para estabilizar los mercados. Pero los indicadores elaborados por Bruselas arrojan dudas y hacen temer que los brotes verdes se han marchitado por una inesperada escarcha en junio.
El indicador de Clima Empresarial en Eurolandia -el grupo de los 16 países que comparten el euro- sufrió un inquietante parón el mes pasado tras 14 meses de mejoras ininterrumpidas que lo estaban rescatando de los niveles históricamente deprimidos de 2008 y 2009. "El nivel actual del indicador sugiere que la recuperación de la actividad económica en la industria continuará en los próximos meses, aunque puede perder impulso", admitían a final de junio los expertos de la Comisión.
Otro tanto ocurrió en junio con la evolución del indicador de Sentimiento Económico elaborado por Bruselas, que cayó casi imperceptiblemente en la media del conjunto de los 27 países de la UE, y subió ligerísimamente en la zona euro. Igual que el citado indicador de Clima Empresarial, el de Sentimiento Económico rompió con una firme tendencia al alza desde los mínimos históricos registrados en 2008 y 2009. Entre los mayores países de la región, las caídas más marcadas fueron las de Reino Unido (3 puntos), Francia (2,3) y Holanda (2). España registró el aumento más significativo (2,3 puntos), seguido de Italia (1,4). Fueron mínimas las variaciones en Alemania (alza de 0,4 puntos) y en Polonia (mengua de 0,5 puntos).
Al desgranar por sectores los resultados de junio del indicador de Sentimiento Económico de Bruselas, se detecta una bajada de un punto en la industria en el conjunto de la UE, mientras se mantiene sin cambios respecto al mes anterior en la zona euro. La confianza del sector servicios mejoró dos puntos en la UE y uno en la eurozona. En la construcción la confianza cayó dos puntos tanto en la UE como en la eurozona; y se mantuvo invariable en la distribución minorista.
Tras el retroceso de mayo, la confianza de los consumidores se mantuvo sin cambios en la UE y ganó un punto en Eurolandia, dato que Bruselas interpreta que se debe a las expectativas de que el desempleo empiece a ceder terreno a finales de este año o inicios del próximo, salvo en países como España. En mayo, se mantuvo estable en el 10 por ciento en la zona euro.
En el sector financiero, la confianza registró un desplome de siete puntos en la UE, y de un punto en la zona euro.
Desde luego, no ayudan a recuperar la moral los planes de austeridad y saneamiento de los presupuestos públicos puestos en marcha en una Unión Europea endeudada y envejecida. Ni la incertidumbre sobre los ingentes recursos públicos que previsiblemente aún deberán poner Estados como Alemania para parchear los agujeros negros de su banca.