Economía

La reforma fiscal de Trump choca con un nuevo obstáculo: el Senado bloquea cláusulas clave que dejan un agujero de 250.000 millones

  • El presidente quería firmar la ley en el aniversario de la independencia
  • Los republicanos tendrán que elegir entre reformularlas o retar a los diputados
John Thune, líder de los republicanos en el Senado. Foto: Reuters

La "Gran y Bella Ley" de reforma fiscal, el proyecto estrella de Donald Trump, sigue chocándose contra todos los obstáculos posibles. El objetivo del magnate es tener la ley aprobada por las dos cámaras para el 4 de julio, aniversario de la independencia de EEUU. Pero a falta de una semana, los letrados del Senado han tumbado una gran parte del proyecto, que dejaría un agujero adicional de 250.000 millones de dólares en sus ya delicadas cuentas. Un golpe de última hora que puede hacer descarrilar al plan, o al menos retrasarlo hasta bien entrado el verano.

La clave está en las normas del Senado. En esa cámara hace falta una mayoría reforzada de 60 votos (sobre 100 senadores) para aprobar cualquier proyecto. Los republicanos tienen solo 53, y ningún demócrata tiene la menor intención de apoyar esta ley. Así que han tenido que usar un mecanismo que permite aprobar reformas fiscales con solo 50 votos. El problema es que los artículos que se pueden aprobar con este 'atajo' están muy tasados, y los letrados del Senado tienen que dar su visto bueno a las cláusulas en cuestión, para confirmar que se ajustan a esta norma.

Y los republicanos se han encontrado con que los letrados se han llevado por delante una larga lista de reformas al considerar que no se ajustan a lo que permite este mecanismo. En total, los artículos que han sido eliminados del proyecto, principalmente fuertes recortes del gasto sanitario, suponían un ahorro de 250.000 millones de dólares con los que querían compensar parte de los más de 4 billones de caída de ingresos que provocarían las bajadas de impuestos, el corazón de la ley.

El enorme agujero que se abre en el proyecto tiene un lado bueno y otro malo. El bueno es que numerosos senadores republicanos habían expresado su oposición a los fuertes recortes de gasto sanitario en el seguro público para las personas más pobres (Medicaid), que dejarían a más de 10 millones de personas sin cobertura médica. Cuanto menores sean esos tijeretazos, menor oposición interna habrá.

La otra cara, sin embargo, es que los 'halcones fiscales', que ya están preocupados por el gigantesco agujero que los masivos recortes de impuestos provocarán en las cuentas públicas, están ahora más furiosos aún. Una decena de diputados de la derecha más radical del partido ya habían amenazado con tumbar el proyecto si no se buscaban nuevas fuentes de ahorro. Pero estos cambios no solo no reducirán el agujero presupuestario, sino que lo harán más grande aún.

Algunos de esos diputados ya han exigido que el Senado vote cambiar las reglas e ignorar el dictamen de los letrados, pero el líder de los republicanos en la Cámara Alta, John Thune, aseguró que no lo haría. La única posibilidad es reformar el texto e intentar que los letrados acepten los cambios. Pero no hay ninguna garantía de que vaya a funcionar, y los letrados pueden seguir tumbando más partes del texto aún por revisar.

A eso se suma que algunas de las enmiendas presentadas por los propios republicanos en el Senado van en contra de lo negociado en la Cámara de Representantes, lo que ha indignado a muchos diputados. Y no tienen ningún margen: los diputados tienen que dar su visto bueno definitivo a lo que salga del Senado, y la primera votación se aprobó por un solo voto, gracias a la muerte de un demócrata y con la abstención de uno de los miembros del ala 'radical'. Si cualquiera cambia su voto, el proyecto se hundiría.

Por el momento, el plan de los líderes republicanos parece que pasa por aprobar lo que se pueda en el Senado y retar a los diputados a tumbar el proyecto estrella de Trump si se atreven. El presidente, que quiere firmar su gran hito legislativo -otra bajada de impuestos- el 4 de julio, está dispuesto a presionar todo lo que haga falta, incluso atacando e insultando personalmente a diputados republicanos en su red social, como Thomas Massie, al que ha tachado de "traidor, débil, ineficaz y perdedor" por criticar su plan.

Pero el problema es que la ley tiene un rechazo mayoritario en todas las encuestas: no tiene ninguna oferta atractiva para la mayoría del electorado, centra sus bajadas de impuestos en el 1% más rico, dispara el déficit y la deuda, y sus recortes sanitarios son tremendamente impopulares. El proyecto ha avanzado por los pelos, después de chocarse al menos una vez contra todas las barreras posibles, a base de prometer que mejoraría según fuera pasando pantallas en el trámite legislativo. Dentro de poco, los republicanos se quedarán sin margen para aplazar su decisión y tendrán que decidir si lo que hay les gusta o no. Nadie sabe aún qué ocurrirá entonces.

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