
Alemania ha dado una sorpresa positiva este viernes en el plano macroeconómico. El producto interior bruto (PIB) creció en el primer trimestre del año un 0,4%, el doble de lo avanzado por el órgano estadístico federal Destatis en la lectura preliminar. Este buen dato sucede al -0,2 % intertrimestral del cuarto trimestre del año pasado y supone una cierta inyección de ánimo en medio del marasmo económico que vive desde la pandemia la tradicional locomotora económica de Europa. Aunque es tentador achacar esta mejora a un cambio de ánimo espoleado por la llegada de un nuevo gobierno fruto del consenso y con un ambicioso paquete fiscal, lo cierto es que el mérito de este repunte, paradójicamente, lo tiene Donald Trump y su fusta comercial. El problema es que esto no durará mucho.
Atendiendo al desglose de Destatis, más profuso en datos que el avance preliminar, el consumo privado aumentó un 0,5% con respecto al trimestre anterior y la inversión aumentó un 0,9%, mientras que los inventarios fueron un lastre. El comercio neto contribuyó con 0,9 puntos porcentuales al crecimiento. Un "desarrollo económico sorprendentemente positivo en marzo" ha sido el responsable del mayor crecimiento, ha declarado Ruth Brand, presidenta de la oficina de estadística. "La producción en el sector manufacturero, y en particular las exportaciones, tuvieron un rendimiento mejor de lo previsto inicialmente".
"La economía alemana registró su mejor desempeño trimestral desde el tercer trimestre de 2022, y la razón parece ser Donald Trump. Como resultado de los aranceles anunciados y en previsión del Día de la Liberación, la producción industrial y las exportaciones alemanas se dispararon en marzo", diagnostica enseguida Carsten Brzeski, economista jefe de ING y habitual 'médico' de la economía germana, en una nota para clientes que se permite titular Trump hace a Alemania grande... por ahora, jugando con el lema Make America Great Again que se ha convertido en 'piedra filosofal' de la agenda del presidente de EEUU.
El "por ahora" de Brzeski es altamente revelador en la medida que muestra que este impulso es algo temporal y que precisamente vendrá el dolor por los aranceles en una economía que ha basado su éxito en el último medio siglo en las exportaciones de alto valor añadido. Pese a que el mundo se encuentra en una pausa de 'gracia' concedida por Trump en materia comercial, sigue vigente un arancel universal del 10% que ya hace daño de por sí a economías como Alemania y uno del 25% para los automóviles, importante exportación alemana a EEUU. Ni el impulso que supone el nuevo ejecutivo y sus pretendidas inversiones podrá cauterizar esta herida, barruntan los analistas. Menos en medio de una crisis existencial como la que vive la antaño poderosa industria alemana, lastrada por los mayores costes energéticos tras invadir Rusia Ucrania, los elevados tipos de interés en los últimos tiempos y, sobre todo, las nuevas dinámicas comerciales.
"De cara al futuro, el rendimiento del primer trimestre pronto se convertirá en un hecho positivo excepcional. La economía alemana se encuentra en medio de dos acontecimientos cruciales: un nuevo gobierno, que parece carecer de una fuerte ambición para las reformas estructurales, pero que tendrá acceso a un margen fiscal sin precedentes para inversiones en infraestructura y defensa, y cambios fundamentales en el comercio y la geopolítica, incluidos los aranceles estadounidenses. Creemos que, al menos a corto plazo, los aspectos negativos superarán a los positivos", sintetiza Brzeski.
Todo esta dinámica de anticipación a los aranceles parece ser lo que está detrás del optimismo reflejado en otros indicadores. Este jueves, el indicador adelantado más importante de Alemania, el índice de confianza empresarial del prestigioso instituto Ifo, mostró una clara mejoría situándose en 87,3 en mayo, desde 86,9 en abril. Si bien el componente de evaluación actual se debilitó a 86,1, desde 86,4 en abril, las expectativas mejoraron significativamente, hasta 88,9, desde 87,4, su nivel más alto en un año. "El índice Ifo de hoy sorprende positivamente. Aun así, recomendamos evitar un optimismo precipitado. Actualmente, existen más incógnitas que certezas sobre la economía alemana", advertían ya desde ING.
"El desmesurado despliegue arancelario desde principios de abril dejará una huella clara en la economía alemana. Existe un impacto directo, ya que incluso con la actual pausa de 90 días, los aranceles siguen siendo más altos que a principios de año, pero también un impacto indirecto a través de la confianza y la persistente alta incertidumbre", completan este viernes desde el servicio de análisis del banco holandés.
La amenaza comercial es dura para una Alemania que ha visto como, en los últimos años, el 'amigo' americano le ha seguido comprando mientras Pekín, su socio comercial por excelencia en las últimas décadas, se alejaba. Un 'salvavidas' trascendental para una economía cuyas exportaciones representan casi el 50% del PIB. En concreto, hasta el regreso de Trump, las exportaciones a EEUU venían representando alrededor del 3,8% del PIB alemán y suponían el 10% del total de las exportaciones del país.
Miedo a un histórico tercer año en recesión
Lo cierto es que, alejando el zoom, la economía alemana sigue estancada y se mantiene el miedo a un histórico tercer año de contracción económica. Pese al buen dato trimestral, en términos interanuales, la economía aún registró una caída del 0,2% certificando esa planicie que muestra la economía germana desde el cuarto trimestre de 2019.
El consejo de expertos económicos del canciller Friedrich Merz rebajó el miércoles sus previsiones para 2025 a estancamiento. El Bundesbank no descarta una contracción posterior a las registradas en 2023 y 2024. Los beneficios de Volkswagen ya cayeron en los tres primeros meses de este año, mientras que el fabricante de chips Infineon ha recortado sus previsiones .
Es probable que se produzca una recuperación en 2026, en base a los cientos de miles de millones de euros que el gobierno de Gran Coalición entre conservadores (CDU/CSU) y socialdemócratas (SPD) pretende destinar a la modernización de las infraestructuras y el ejército. Los economistas prevén un crecimiento del 1,2 % ese año, que se acelerará hasta el 1,7 % en 2027. No obstante, persisten las cautelas.
"A largo plazo, existen buenas razones para ser más optimistas. Implementada correctamente, la inversión en infraestructura debería, al menos, generar una recuperación cíclica. Lamentablemente, la salvedad es que las medidas fiscales por sí solas, por impresionantes que sean, contribuirán muy poco a mejorar la competitividad de la economía. La infraestructura moderna es esencial para una de las economías más grandes del mundo, pero no impulsa intrínsecamente la innovación, la transformación sectorial ni las nuevas oportunidades de crecimiento. Los próximos meses mostrarán si el nuevo gobierno está dispuesto y es capaz de ir más allá de una recuperación cíclica pura de la economía", rubrica Brzeski.