Economía

Que la Fuerza esté con EEUU: cuando la Casa Blanca se propuso construir las armas de Star Wars

  • Ronald Reagan planteó una red de satélites con armas láser
  • Barack Obama rechazó la construcción de la Estrella de la Muerte
  • Donald Trump ha ordenado la construcción de un escudo de misiles
elEconomista.es

La historia está llena de ejemplos extravagantes, peligrosos y delirantes, a ojos de la sociedad, de proyectos financiados por gobernantes a los que parece que les falta un tornillo. Algunas de estas "imprudencias" han logrado grandes avances, como las expediciones castellanas que exploraron América y el Pacífico o la carrera espacial que llevó a la humanidad a la Luna. Otras, sin embargo, se mezclan con la mayor de las locuras y la propaganda para embarcar a países en empresas sin futuro. Estados Unidos, particularmente, tiene propensión por una idea tan contraproducente como divertida: fabricar las armas de Star Wars.

La franquicia inventada por George Lucas es uno de los imperios del entretenimiento más importantes (y lucrativos) del planeta. La saga de ficción espacial plantea una lucha entre el bien y el mal, un poder sobrenatural llamado la "Fuerza" y un enorme despliegue de naves espaciales, armas láser, drones y aventuras en mundos de fantasía. Su popularidad en los 80 llevó al presidente de Estados Unidos de ese momento a plantear la creación de un programa militar con armas láser: la Iniciativa de Defensa Estratégica.

La galaxia muy, muy lejana de Reagan

Ronald Reagan fue un republicano conocido por dos aspectos: su amor por el cine y su odio por el comunismo. El oriundo de Illinois dedicó toda su vida a Hollywood antes de convertirse en presidente de EEUU. Conocido por utilizar constantemente referencias del Séptimo Arte en sus discursos redactados por él mismo, en 1983 anunció por sorpresa un plan para que el Ejército estadounidense desarrollara una constelación de satélites equipados con armas láser. Estas "estaciones de batalla estelares" como las denominó Reagan destruirían los misiles nucleares soviéticos antes de impactar en suelo norteamericano.

La idea, que pilló con el pie cambiado a su Gabinete, al Congreso y al Pentágono, rápidamente tornó en mofa. Los medios norteamericanos lo apodaron el proyecto Star Wars. Su alto coste (se hablaba de la mitad del PIB de EEUU de la época como mínimo) y el anuncio de su imposibilidad tecnológica tras un informe de la Sociedad de Física Americana demoledor, prácticamente desecharon la empresa desde el principio.

Reagan, no obstante, continuó con la idea que, a pesar de ridícula a ojos de sus contrincantes, gozaba de gran popularidad. Un año más tarde, el republicano consiguió la reelección y continuó insuflando alas al proyecto Star Wars en un momento en el que la relación entre la Unión Soviética y Estados Unidos iba a cambiar.

Mijaíl Gorbachov, el último presidente de la URSS, obtuvo el poder en 1985 (justo después de la segunda victoria de Reagan) y comenzó un proceso de deshielo internacional y reformismo de las anquilosadas estructuras socialistas. Los tiempos estaban cambiando en el bloque oriental: la guerra de Afganistán estaba destruyendo la moral del Ejército Rojo, como le ocurriera a EEUU en Vietnam la década anterior, y los errores de la burocracia soviética que llevaron a la explosión nuclear de Chernóbil hacían ver que era necesario un cambio. También con sus antiguos rivales. Los planes de Reagan cada vez se encontraban en una galaxia más, más lejana de la Tierra.

El sucesor de Reagan, George Bush padre, dejó en suspenso la idea en los estertores de la Guerra Fría, y el siguiente a este, Bill Clinton, lo tumbó definitivamente en 1993. Sin embargo, esta no sería la última vez que las armas del Imperio Galáctico volverían al Despacho Oval.

La Estrella de la Muerte de Obama

A pesar de la locura que representó el proyecto de Reagan, una semilla impregnó a la sociedad norteamericana. Tres décadas después del anuncio del programa Star Wars, 34.000 personas firmaron una carta en la que le pedían a la Casa Blanca que construyera una Estrella de la Muerte, el arma más icónica de la saga, capaz de destruir un planeta.

La Administración Obama rechazó la idea argumentando que no se encontraba en el "horizonte". Paul Shawcross, consejero científico del presidente, detalló en una carta las razones:

  • El alto coste: 850.000 billones de dólares. El PIB mundial se estima que es de unos 100 billones.
  • La Administración estadounidense "no apoya la destrucción de planetas".
  • Las vulnerabilidades del proyecto: "¿Por qué gastar incontables dólares de los contribuyentes en una Estrella de la Muerte con un defecto fundamental que puede ser explotado por una nave estelar comandada por un solo piloto?"

Más allá de la anécdota y el humor que solía acompañar al gobierno de Barack Obama, muchos medios vincularon la idea con el proyecto fallido de Reagan y comenzaron a especular cuánto de realizable había en esos programas espaciales militares. La idea la recuperaría la Casa Blanca años más tarde.

Trump resucita Star Wars parcialmente

Como si de las proyecciones espirituales de los jedi se tratase, Donald Trump rescató parcialmente el proyecto de Ronald Reagan. Creó en 2019 una nueva agencia de defensa espacial, dependiente del Pentágono, para desarrollar sistemas de defensa contra bombardeos nucleares. El organismo, que todavía sigue existiendo, trata de diseñar tecnologías que permitan detener los misiles nucleares antes de que lleguen al objetivo: desde interceptores hipersónicos hasta una constelación de satélites de órbita baja.

Con el regreso de Trump a la Casa Blanca, el presidente dio un paso más allá y anunció la creación de una "cúpula dorada" a imitación de la "cúpula de hierro" que posee Israel para destruir los cohetes y misiles contra su territorio. De momento, no se conoce el presupuesto destinado a esta partida.

Al margen de las hipérboles de los políticos, detrás de estas ideas locas hay un temor por parte del Gobierno de Estados Unidos: la amenaza de una guerra nuclear por parte de potencias extranjeras. Si en los albores de la Guerra Fría solo la Unión Soviética, Estados Unidos y sus aliados poseían armas atómicas, ahora hasta nueve naciones cuentan con arsenales nucleares, entre ellos China, Corea del Norte, India, Pakistán y Rusia; ninguno aliado de Washington.

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