
España es un país de extremos en lo que se refiere a la situación financiera en que se encuentran los trabajadores a la hora de retirarse de la vida activa. Por un lado, la pensión proporcionada por la Seguridad Social representa el 77% del último salario, lo que se conoce como tasa de sustitución, y es la más alta (o generosa) de toda Europa. Por el contrario la aportación complementaria del ahorro privado es más magra, y las simulaciones de mayor fiabilidad la sitúan en el 10%. Desde los años 80 hay un manifiesto interés por desarrollar vehículos de previsión privada para complementar el pilar público. Las simulaciones antes citadas establecen que, con la aportación media de la actualidad, del 3,8% del salario, y una rentabilidad del 4%, se conseguiría una tasa de sustitución del mencionado 10%.
La etapa como población activa generando cotizaciones sociales para nutrir a la Seguridad Social es extensa. El paso a la jubilación, por tanto, merece una reposada reflexión. Máxima porque la Comisión Europea proyecta un considerable deterioro de las condiciones en las que se jubilarán las pensiones venideras. Las pensiones están garantizadas, aunque las condiciones cambiarán: la tasa de sustitución caerá hasta que la pensión pública represente algo más del 60%. De modo que el pilar público sufrirá un deterioro en su gran característica, que es la generosidad.
El 'premio' de la jubilación tras la carrera laboral que ahora suele ser un paso inmediato pretende ser suavizado por el Gobierno, que quiere fomentar la jubilación parcial que permita cobrar el salario y la pensión bajo ciertas condiciones. También ha modificado las condiciones del juego para ahorrar en el segundo pilar (planes de pensiones colectivos a nivel empresarial) y el tercer pilar (planes de pensiones individuales), rebajando el atractivo fiscal de los planes individuales.
Ahora se quiere impulsar el ahorro a nivel empresarial, los planes de pensiones de empleo, aquellos que acumulan un mayor volumen patrimonial y consiguen las menores comisiones. A su vez, genera la rentabilidad a largo plazo más atractiva por la gobernanza de estos planes, que están controlados por grupos de expertos, según explica Miguel Ángel Menéndez, director del negocio de Previsión Social de la consultora Mercer. Todos los huevos se han puesto en la cesta de los planes de empleo: "su principal impulso descansa en la negociación colectiva y en este marco se espera que desde el ámbito sectorial fluya la implementación entre grandes empresas, pymes y autónomos", detalla Rafael Villanueva, Associate Director de Retirement en la consultora WTW.

A la vista de los ejemplos expuestos facilitados por KPMG Abogados, cuanto antes comience el ahorro para complementar la pensión, menor será la pérdida de renta frente al salario. Es decir, la tasa de sustitución del salario puede quedar mejor cubierta al combinar la pensión pública con el capital generado por el ahorro complementario. Es la tesis que defiende Menéndez: aportar entre el 4%-5% del salario bruto a 30 años vista, optando a generar intereses por tu dinero, "no es lo habitual, pero enseña que si empiezas pronto no es necesario poner mucho dinero".
"El ahorro acumulado en sistemas de previsión complementario es claramente insuficiente, con un segundo pilar que busca despegar gracias a la Ley de Impulso de Planes de Pensiones y un tercer pilar, ahorro individual, que se ha visto fuertemente desincentivado", reflexiona Villanueva.
Otro de los puntos débiles del ahorro complementario en España es la escasa cobertura poblacional: menos de un tercio de las empresas cuenta con un plan de pensiones de empleo. el ahorro provisional apenas cubre a menos de un tercio de las empresas, dos millones de personas. Sumando los 7,3 millones de personas con plan individual, apenas una quinta parte de la población española tiene una hucha paralela a la Seguridad Social, según datos de Inverco.
KPMG recoge varios ejemplos de ahorro para un perfil de trabajador de 30 años con el 3,8% de su salario en aportaciones, durante dos periodos diferentes -25 o 35 años- y con rentabilidades de la inversión durante toda la vida de la inversión (etapa activa o de constitución del capital y etapa de pensionista) que varían -2% o 4%-. El resultado (véase gráfico) es una tasa de reemplazo del último salario que se mueve entre el 4% si se ahorra durante 25 años y la rentabilidad es del 2%, y hasta un 10,6% ahorrando 35 años con una rentabilidad del 4%.
Descubra cuánto podría ahorrar con más ejemplos
Álvaro Granado, director responsable de Pensiones en KPMG Abogados, ha elaborado distintos escenarios de años de ahorro para estimar la pensión de jubilación y con ello, el ratio de sustitución de ingresos. Para simplificar el cálculo, toma la esperanza de vida a los 65 años de la actualidad, es decir, que cada persona cobrará la pensión durante 21 años. Es importante entender que, si el salario sube más que las aportaciones y rentabilidades generadas, la tasa de sustitución será menor. En cambio, la pensión pública subirá más hasta el tope máximo.

Para una renta media de 30.000 euros brutos al año que reciba los mismos incrementos salariales anuales (3%), genera la misma rentabilidad (4%) y aporta la misma cantidad (3,8% de su nómina). La gran diferencia son los años que le quedan a esa persona para acceder a la jubilación.
El resultado es más favorable para los que empiezan a ahorrar antes, que acumulan más capital y consiguen una renta vitalicia anual en relación al salario previo a la jubilación mayor que el resto.
Bajo los mismos condicionantes en el caso de una renta media-alta de 45.000 euros brutos anuales que crece un 3% cada año: aportando el 3,8% de su nómina durante 20 años, con una rentabilidad del 4%, conseguiría el 3,92% de su salario previo (es decir, casi 3.100 euros anuales respecto a los 122.645 euros anuales que cobraría al final de su carrera).
Si usted, lector, cobra 50.000 euros anuales y aun le quedan 35 años para jubilarse, está a tiempo de complementar su pensión con una renta vitalicia anual que represente el 7% de su último salario antes del retiro.
La reflexión está sobre la mesa y, a la luz de los datos, aun hay que fomentar el ahorro. En este punto, como viene destacando en artículos de opinión en este medio Antonio Méndez Baiges (abogado de Mercer y miembro de Ocopen), el embrollo legislativo enfrenta a las empresas a una constante lucha para desarrollar estos planes de empleo. De frente, argumenta que la Administración se ha puesto a legislar "sin ton ni son".
"Caben destacar otras palancas como la necesidad de reforzar la cultura de ahorro en la sociedad, la necesidad de mantener o incrementar incentivos fiscales al ahorro previsional y la idoneidad de que se entienda el ahorro finalista a la jubilación como un complemento a la pensión pública, siendo idealmente percibido en forma de renta vitalicia, algo que también podría incentivarse fiscalmente", sentencia Villanueva.