
España es el país de la Unión Europea con una mayor tasa de sobrecualificación: un 35,8%. Un porcentaje que equivale a 3,47 millones de trabajadores con una titulación superior que ocupa un puesto muy por debajo de lo que corresponde a su nivel formativo. Un problema que muchos achacan a la 'titulitis', es decir, a que demasiada gente optó por estudiar una carrera en lugar de estudios con más salidas profesionales, como una FP. ¿Pero tiene este mito algo de realidad? ¿O esconde un desequilibrio mucho más profundo del mercado laboral y el sistema educativo en nuestro país?
Un análisis de los datos de Eurostat revela que, aunque España tiene un volumen relativamente alto de titulados superiores, su incremento en los últimos años no es un caso aislado. Lo mismo ha ocurrido en otros estados europeos, que registran un porcentaje mayor de profesionales con elevado nivel educativo que nuestro país. Sin embargo, registran tasas muy inferiores de desempleo y riesgo de sobrecualificación profesional.
También hablamos de personas que han invertido tiempo y esfuerzo a lo largo de su vida (por no hablar del coste económico para ellos y sus familias) para alcanzar un nivel que el mercado laboral le niega. Porque cuando hablamos de sobrecualificación no hablamos simplemente de trabajar "de aquello de lo que se ha estudiado", sino de ocupar un puesto que exige un titulado superior y lo paga como tal. El problema, por tanto, va mucho más allá de un error en las decisiones profesionales. Y es que el nivel educativo alcanzado va ligado a las categorías profesionales a las que cada trabajador puede aspirar, lo que repercute en sus sueldos regulados en convenios.
Hay que tener en cuenta que la fórmula que utiliza la Oficina Europea de Estadísticas para calcular esta tasa no se limita a los que han pasado por la universidad. También incluye trabajadores con formación profesional de grado superior y otros estudios, en un marco de encadenamiento de reformas educativas que busca adecuar la educación a las necesidades de las empresas (y viceversa). Aunque por ahora los resultados de esas políticas siguen siendo algo decepcionantes.
Según los últimos datos de Eurostat, la mano disponible con un título superior alcanzaba los 10,5 millones de personas, el 44% del total, de los que 9,5 millones estaban trabajando, lo que equivale al 46% del total de ocupados. Son porcentajes algo superiores a los de la media de los Veintisiete (36,9% y 37,9%, respectivamente) y sitúan a nuestro país en un grupo compuesto por Luxemburgo y seguido por Irlanda, Chipre, Bélgica, Lituania, Suecia y Francia. Pero también a mucha distancia de Alemania, donde los trabajadores con educación superior se sitúan en el 33,2%.
Pese a ello, España también registra la tercera tasa de ocupación más baja para estos profesionales (del 80,5%). Solo Italia y Lituania registran un dato peor, aunque en este punto hay que recordar que España es el país con el mayor porcentaje de paro de la UE, con lo cual es lógico que esto afecte a sus titulados superiores.
Con todo, cabe pensar que un elevado peso de trabajadores con estudios superiores se traduce en un mayor riesgo de que no encuentren empleos acordes a su preparación, o incluso caigan en desempleo, pero los datos no son proporcionales. Por ejemplo, Francia, con un porcentaje de titulados superiores entre sus ocupados del 46,4% tiene una tasa de sobrecualificación del 21,2%, 14,6 puntos menos que España. Pero no es el único caso.
Los datos apuntan a que debe haber factores, más allá del número de graduados superiores, que frenan el desarrollo de su carrera profesional acorde al nivel educativo alcanzado. Al analizar la serie histórica de los datos se aprecia que este desequilibrio lLeva enquistado en la economía española al menos 20 años. En los últimos años, la tasa registra un leve descenso, pero se mantiene relativamente estable por encima del 25%, con una brecha respecto a la media de la Unión Europea de 14 puntos.
¿Qué pasa con los universitarios?
Pero, como hemos visto, los datos de sobrecualificación de Eurostat no se restringen a los universitarios, lo que impide apreciar la situación concreta de los considerados principales causantes y víctimas de la 'titulitis'.
El investigador de Fedea, Florentino Felgueroso, propuso el pasado otoño un indicador centrado en ellos en el que revela que el desencaje entre la entre la oferta de trabajadores cualificados (la mano de obra disponible o activos), los ocupados en puestos que reclaman esa formación, los que trabajan en posiciones que requieren menor categoría y los parados.
Los datos muestran una evolución estable a lo largo de los últimos años: el paro en este colectivo se reduce con la recuperación económica hasta bajar por debajo del umbral del 6%, mientras la ocupación en puestos "ajustados" se mantiene estable en el 61%. Pero el 33% cae en lo que cabe llamar sobrecualificación (o desajuste ocupacional), un porcentaje superior al de los años noventa. En este sentido, parece que el menor desempleo en este colectivo se ha producido a costa de un trasvase de esta mano de obra a empleos de menor cualificación.
Felgueroso apunta que este desajuste puede deberse a un exceso de oferta de trabajadores cualificados "en determinados perfiles ocupacionales" o a que la "oferta no se adecúe a las cualificaciones demandadas por las empresas". Esto supone que los titulados en ciertas ramas se ven obligados a buscar empleo en otras, ya sea en puestos que exigen un nivel formativo equivalente (en cuyo caso no hay sobrecualificación propiamente dicha) o en puestos inferiores.
La cuestión es que España no es un caso aislado. Este incremento de la mano de obra con titulación superior o universitaria también se ha producido en muchos otros países, sin que se traduzca en tasas de sobrecualificación semejantes. Niveles que, además, llevan enquistados en niveles similares varias décadas, lo que apunta a que el modelo productivo no está preparado para absorber ese talento o no lo considera necesario, sin que el sistema educativo esté logrando cerrar esta brecha.
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