Economía

La debilidad del mercado laboral aleja la renta per cápita de España de la media europea

La economía polaca está en pleno desarrollo. iStock
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La economía española sigue lejos de converger con la eurozona en términos de riqueza por habitante. El PIB per cápita español en paridad de poder de compra representa hoy el 83% del promedio de la eurozona cuando antes de la crisis financiera prácticamente alcanzó el mismo nivel. España sacia su sed de un cóctel nocivo: una leve eficiencia del conjunto de la economía medida a través de la productividad total de los factores (PTF) y una incapacidad para aprovechar todo el potencial de su mano de obra. Por ello, las estadísticas nos acercan hoy en día más a los países del Este que a la convergencia con la eurozona.

De fondo vienen empujando los países del Este. Economías como Lituania, Eslovenia, que también nos superó por el golpe de la pandemia, o la receta liberal de Estonia, consiguieron producir más a nivel agregado que España. Son economías que florecen en el Este debido a la deslocalización de la industria: cuentan con una mano de obra más barata, con atractivos fiscales y también unos salarios más contenidos pese a superar a España en el indicador de riqueza por habitante (que mide la producción total entre el número de habitantes y excluye otros indicadores, como el índice Gini, que miden mejor la desigualdad).

La teoría económica dice que la capacidad para crecer es menor cuando el país es más desarrollado, si bien en España hay más bien un efecto de desaprovechamiento de su potencial. En este sentido, el estancamiento de España resulta llamativo ya que, estando considerada una economía desarrollada y una de las grandes del Viejo Continente, su producción total repartida entre todos los habitantes aún debería tener margen para mejorar.

En ausencia de una transformación estructural de la capacidad productiva (la productividad total de los factores, un indicador que mide la eficacia del conjunto de la economía, cae un 7,8% entre el 2000 y 2022 según BBVA Research), el indicador de productividad solo ha mejorado gracias al factor humano: la incorporación de la mujer al mercado laboral y, en mayor medida, la entrada de trabajadores extranjeros en el periodo expansivo de 1995 a 2007. También se ha comportado como un indicador contracíclico que ha mejorado por el desplome de la economía.

Son las dos caras del empleo. Mientras los españoles trabajan más horas que los europeos, son capaces de producir menos. De igual manera, con una población en edad de trabajar más atractiva, superando en número a la media europea, el mercado laboral desaprovecha una parte destacada de su potencial debido a una tasa de paro en dos dígitos (11,7%) que no tiene competencia en el negro ranking del desempleo.

Los datos son claros. El PIB per cápita español medido de forma totalmente homogénea (en paridad de poder adquisitivo) asciende 32.565 euros anuales en 2023, frente a los 39.276 euros anuales de media en la Eurozona. Por su parte, la productividad de los ocupados españoles es de 74.930 euros anuales, una cifra que es inferior a la de todos los similares del euro (Alemania, Italia, Francia) y a la propia media de la eurozona debido a la especialización sectorial en trabajos de baja cualificación, que deriva en una menor capacidad de generar valor añadido.

Polonia entra en la carrera

Polonia es el país que acecha de más cerca a España, ya que su PIB per cápita representa el 77% de la media de la eurozona. A la vista de la composición del crecimiento polaco se observan las diferencias más pronunciadas: son una economía en pleno desarrollo y más eficiente por la incorporación de la inversión en capital fijo (maquinaria o construcción) a su proceso productivo. Los ocupados polacos disponen de un stock de capital fijo de 135.600 euros en promedio, una cuantía que es considerablemente inferior a la de la eurozona, de 275.900 euros. A partir de esta cantidad, son capaces de producir 66.300 euros, es decir, 0,49 euros por cada euro del que disponen.

El caldo de cultivo en el Este de Europa está basado, pues, en una progresiva incorporación del factor tecnológico que mejora a pasos agigantados la capacidad de producción de los trabajadores. El profesor Rafael Myro, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense, apunta en el manual Lecciones de la Economía Española que la productividad del capital es decreciente y Polonia es un país en pleno desarrollo. Los polacos no son más productivos que otros países por esa ratio, sino que están invirtiendo y mejorando su proceso productivo respaldado por una mayor competitividad en cuanto a costes.

Mientras, España arrastra las consecuencias del boom inmobiliario. Un reciente informe de BBVA Research así lo explica: la inversión en capital fijo se centró en los bienes inmuebles, que generan menos valor añadido, cimentando precisamente el crecimiento en esa burbuja inmobiliaria y no en una mejora de la producción a través de los bienes de equipo (maquinaria).

El PIB per cápita es un mero reparto teórico de la producción total entre los habitantes y no mide la desigualdad de un país tan de cerca como lo hacen los índices Gini o los indicadores de pobreza. De igual forma, organismos como la OCDE ya apremian a España a corregir esta tendencia plana que provoca que países como Portugal, Hungría o Rumanía se acerquen cada vez más.

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