
El cambio de mentalidad que auspiciaba la Comisión Europea el año pasado hacia una economía de guerra se hace tangible en los reclamos al Banco Europeo de Inversiones (BEI) para destinar financiación al sector de la defensa. La pulsión que desataba la invasión militar rusa en la UE no era otra que reforzar su capacidad militar. Y la llamada a romper tabúes, que esgrimía esta misma semana el presidente del Consejo de la UE, Charles Michel, podría abrir la puerta a un giro en las inversiones del organismo hacia el sector de la seguridad.
La localidad belga de Gante será escenario este mes de un diálogo entre los ministros de Economía de la UE y la nueva presidenta del BEI, Nadia Calviño, que ha tomado forma al calor de la guerra de Ucrania. La cuestión radica en si el brazo inversor de la UE financiará iniciativas en seguridad y defensa. La española, reunida en Luxemburgo con un grupo reducido de medios, entre ellos elEconomista.es, dejó la conversación en manos del Ecofin. Es evidente, opinó, que, en clima, Ucrania y nuevas tecnologías "vamos a tener que seguir teniendo un papel de liderazgo", zanjó.
Dicen que la pandemia supuso un antes y un después a la hora de forjar una respuesta unánime en la UE, especialmente en un terreno tan sensible como el económico. Dicen, también, que la guerra de Ucrania pone a prueba esa unidad. Algo que se evidencia dicotomías tales como una nueva partida financiera con la que apoyar a Kiev o en el despliegue de nuevas herramientas militares.
Lo que se constata es que las crisis pueden poner patas arriba los preceptos y convenciones más integrados. Que lo que surgió como un proyecto de paz tras la Segunda Guerra Mundial, la UE, puede articular nuevos postulados si la situación lo requiere. Siendo el catalizador de tal transformación la invasión militar de Ucrania, hace casi dos años, el mero hecho de que la Comisión Europea plantee al BEI abrir la mano al sector de la defensa y seguridad es significativo.
Los estatutos que establecen que el organismo no puede destinar financiación a armamento y munición se empiezan remodelar. De pronto, la guerra ha propiciado que 8.000 millones de euros se destinarán a la Iniciativa Estratégica de Seguridad Europea. Desde 2022, "se han realizado inversiones por unos 2.000 millones de euros", explicó Calviño. "El grupo ha demostrado su voluntad de financiar proyectos en los ámbitos de I+D, de tecnologías de uso dual (civil y militar), de protección de infraestructuras críticas, de ciberseguridad", enumeró la exministra para mandar un mensaje: "el banco está presente y abierto a hacer más en estos ámbitos en el terreno de la defensa".
Tal financiación toca las aristas de los fundamentos del BEI, evitando entrar en partidas asociadas directamente a munición o armamento. Calviño intenta, con este mensaje, contentar las inquietudes de Bruselas. El vicepresidente de la Comisión Europea, Maros Sefcovic, fue claro en formular requerimientos para aumentar la propensión del BEI al riesgo. La respuesta de la presidenta es medida y comedida: "tendremos que encontrar el adecuado equilibrio entre la toma de riesgos y la protección de nuestra posición de solvencia y combinar también con negocios que, a lo mejor, tienen un mayor margen, pero también un mayor riesgo".
Por contabilizar, en enero el brazo inversor de la UE dispuso una partida de 175 millones de euros para tecnologías disruptivas en el ámbito de la seguridad y defensa. Una financiación que la española Indra ya se mostró interesada en captar a través de fondo de capital riesgo y capital privado. La balanza del BEI buscará conciliar "la toma de riesgo y la protección de nuestra posición de solvencia", afirmó Calviño. Hay margen "para hacer más", opinó, pero "tenemos que hacerlo siempre en el contexto de preservar nuestra solvencia y posición fuerte".
Repensar las bases de la institución
El pasado marzo Bruselas abría la puerta a que el BEI conceda financiación a la industria armamentística. La contienda bélica ha puesto a prueba los stocks de la UE al mismo tiempo que ha apretado los ritmos de producción de la industria militar comunitaria. Si las necesidades militares aumentan, la UE debe responder. El comisario de Mercado Interior, el francés Thierry Breton, delineaba un vehículo inversor de la UE más proclive al riesgo, que se desprendiera de viejos límites autoimpuestos y facilitara el acceso de la industria de defensa a financiación. El galo se propuso presionar a los miembros de la Junta de accionistas del BEI, compuesta por los Estados miembro, ante la idea de que la seguridad en la UE es una prioridad.