Economía

Juego de simpatías, afinidades y alianzas en la carrera a presidir el BEI

  • Calviño es la única aspirante que podría votar por su propia candidatura
  • Son los ministros de Economía de la UE deberán seleccionar al próximo presidente del BEI
La ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño y la vicepresidenta de la Comisión Europea, Margrethe Vestager.
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Arranca la cuenta atrás para la reunión informal de ministros de Economía y Finanzas de la UE que tendrá lugar a finales de semana en Santiago de Compostela. La cita estaba llamada a decidir quién será el próximo presidente del Banco Europeo de Inversiones, puesto al que aspiran la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos Nadia Calviño, la vicepresidenta de la Comisión Europea, Margrethe Vestager y otros tres candidatos por parte de Suecia, Italia y Polonia. Una carrera en la que aptitudes, simpatías y afinidades entre países jugarán un papel crucial y para la que ahora no se espera una decisión final hasta octubre, según han informado fuentes diplomáticas.

A Calviño, por lo pronto, le favorece el cargo que ocupa. Dado que la selección depende del Consejo de Gobernadores del BEI, conformado por los ministros de Economía de los países de la UE (a excepción del Dinamarca y Hungría, países en los que este asiento lo ocupa el ministro de Hacienda), la ministra de Asuntos Económicos será la única aspirante que podrá votar por sí misma en el proceso de selección.

Lo cierto es que solo Calviño lleva actualmente la cartera de Economía de un Gobierno de la UE. Vestager ha renunciado a su cargo en la vicepresidencia de la Comisión Europea para concurrir al BEI, el italiano Daniele Franco es ex ministro de Economía mientras la polaca, Teresa Czerwinska, y el sueco Thomas Ostros son vicepresidentes del BEI. Es así que Calviño es la única candidata que cuenta con poder de votación en calidad de ministra de Economía de un país de la UE.

Hace escasamente una semana que Vestager anunciaba que se apartaría de sus funciones en la Comisión Europea mientras concurría a la presidencia del BEI, sin embargo, preguntada por esta cuestión en Bruselas, Calviño descartó dar los mismos pasos alegando que no existía, en su caso conflicto de intereses alguno. Pero, en realidad, su cargo le confiere un asiento y poder de voto en el mismo proceso de selección del que participa.

A su favor juega su trayectoria profesional en las instituciones comunitarias y la afinidad que los galos acostumbran a tener con la vecina España. Y es que Francia y Alemania, dueñas del 18% del accionariado de la institución cada una, tendrán la llave de la presidencia del BEI. Le pesa, por el contrario, ya no solo el hecho de que España sea uno de los dos mayores beneficiarios de financiación del organismo, junto con Italia, sino la tradicional óptica escéptica con la que en términos económicos Alemania acostumbra a mirar a los países del sur de Europa, a quien a menudo acusa de una gestión arriesgada.

Está por ver si los acercamientos de Calviño en los últimos meses a Países Bajos consiguen lavar esta imagen pero, por lo pronto, Vestager sería la aspirante con más posibilidades. Su perfil internacional, su trayectoria política y en la Comisión Europea aúpan sus números para presidir el BEI. Con todo, es esta misma trayectoria política la que también podría hacerle un flaco favor al carecer de un perfil más económico como el resto de contrincantes.

La danesa alberga una postura más orientada a la acción climática, algo que puede jugar en su contra en los países con más peso industrial como Alemania. Si bien Francia y su clara apetencia por mantener la energía nuclear como un activo serían un obstáculo para la candidatura de Vestager, lo cierto es que el BEI ya financia algunos proyectos nucleares y podría seguir haciéndolo.

La aritmética

En cierto modo, si estas dos cabezas más visibles enraízan en una competencia que lleve al bloqueo, el candidato sueco saldría favorecido. El exministro de Asuntos Financieros, de Educación y de Comercio en el Gobierno sueco en el inicio de los 2000, Thomas Ostros, contentaría a Alemania en lo que a perspectivas financieras se refiere y a Francia en cuanto a apuesta por la autonomía estratégica de la UE.

La postura de este candidato en favor del impulso a la minería y, en consecuencia, por la extracción de materias primas críticas satisfaría las demandas que viene haciendo el Gobierno galo por una UE que minimice la dependencia de terceros países en sectores estratégicos. Pero cabe recordar que su puesto como vicepresidente del BEI podría también favorecer sus aspiraciones, por el conocimiento que alberga de la institución. Si bien carece de aires de renovación.

Italia, que cuenta con otra participación del 18% en el accionariado del BEI, tiene a su propio candidato: Daniele Franco. El que fue ministro de Finanzas del Gobierno de Mario Draghi podría ver como su pasado político le hace un flaco favor. El nuevo Gobierno de Giogia Meloni podría no dar al aspirante el suficiente respaldo para hacerse con la presidencia del brazo inversor de la UE. No le favorece tampoco que se trate de una figura menos conocida que las anteriores.

Por último, a la postulante Teresa Czerwinska, antigua ministra de Finanzas de Polonia entre 2018 y 2019, le beneficiaría su puesto actual de vicepresidenta del BEI. Aunque aupada por el conocimiento del funcionamiento de la institución y su perfil económico, a nivel político la jugada es más complicada. Los problemas con el cumplimiento del Estado de Derecho de Polonia redundarían en un impedimento para que la UE concediera a Czerwinska un cargo de tal relieve.

El foco es el inicio de 2024, cuando el actual presidente del BEI, Werner Hoyer, cederá el cargo tras 12 años de mandato. El suyo era un perfil más político, como el de Vestager, pero la calidad de los aspirantes en esta convocatoria deja constancia de la importancia que el BEI ha adquirido en la maquinaria comunitaria en los últimos años. Habrá que ver si las reservas de los países frugales a un mandato del sur de Europa no delimitan las posibilidades de Calviño.

Las llaves de la presidencia del BEI

Para que un candidato se haga con el puesto necesitará mayoría, tanto en el accionariado como en el apoyo de países de la UE. Concretamente, deberán aglutinar el 68% del capital social del BEI y 18 Estados miembros de apoyo, es decir, algo más que una mayoría del 50%. En esta cuenta aritmética cabe considerar que Alemania, Francia e Italia cuentan con un 18% de participación en el accionariado cada uno. Por lo que el eje franco-alemán tendrá las llaves de la presidencia de la institución. España cuenta con un 11,27%, seguido de algo más del 5% de Bélgica y de Países Bajos y Polonia con el 4,5% del capital social.

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