
El objetivo de la reforma laboral era doble: reducir el número de contratos temporales y, también, mejorar la calidad de los que se siguen registrando. Pero mientras en el primer supuesto se puede hablar de éxito, en el segundo los resultados son mucho más decepcionantes, a tenor de los datos de la duración por la que se firman: en el pasado mes marzo, se quedó en 50,03 días de media, el mínimo para ese mes de una serie histórica que se remonta a 2006.
El volumen de los contratos temporales retrocedió un 39,6% interanual en el pasado mes, mientras los indefinidos subieron un 19,9%. Así, el peso de los eventuales pasó del 69,7% de hace un año al 53,2%.
Una comparativa aún más positiva si tenemos en cuenta que en marzo de 2022 la reforma laboral ya llevaba tres meses en vigor y la mayoría de las empresas habían hecho el esfuerzo de adaptarse a sus condiciones. Esto parecía tener un reflejo positivo en los días que duraban los contratos eventuales, que creció de 55,31 días en 2021 a 60,63.
Sin embargo, en marzo de 2023, este indicador volvió a desplomarse, a los 50,08 días. Una de las claves de esta evolución está en la estacionalidad: en 2023 la Semana Santa se celebró en los primeros días de abril, y con ello la contratación en sectores como la hostelería y el turismo. Además, se trata de la primera campaña en 2020 sin la marca de la pandemia, lo cual se ha traducido en unos resultados récord de turistas y reservas.
Sin embargo, los contratos temporales tuvieron la menor duración de la serie histórica que publica el SEPE, que se remonta a 2006. Y en 9 de los 18 años transcurridos, el calendario tuvo el mismo efecto que en 2023. pero los contratos duraron más.
No solo ha ocurrido en marzo: aunque la duración de los contratos firmados fluctúa mucho de un ms para otro, por la propia estacionalidad del empleo, estos mínimos históricos se han registrado ya en otros meses muy afectados por los empleos temporales, como agosto.
Algo que despierta muchas preguntas, teniendo en cuenta que la reforma laboral se diseñó precisamente para que ocurriera lo contrario.
Para entender el camino que ha seguido la duración de los contratos, hay que tener en cuenta cómo estima el SEPE su duración media, que se sostiene sobre los que se fijan con una duración determinada. Es decir, aquellos que al ser formalizados ya establecen cuándo vencen. No computan los indefinidos (sean ordinarios o fijos discontinuos), pero tampoco aquellos temporales en los que no se establece una fecha de término a la hora de registrarlos.
Un trasvase de volatilidad
Este era el caso de aproximadamente 8 de cada 10 contratos por obra y servicio, la modalidad eventual que fue suprimida por la reforma laboral, y que explica el grueso de la reducción del empleo eventual. El Gobierno, y la mayoría de los laboralistas, alertaban de que esta modalidad era la más 'precaria' en términos de estabilidad laboral, aunque las estadísticas no eran capaces de recogerlo.
En este sentido, a lo que apunta la reducción de la media de días es a que una buena parte de los empleos por obra y servicio más volátiles se han trasvasado a otros contratos temporales de duración determinada, como los eventuales por circunstancias de la producción. Un dato llamativo que avala esta tesis es que el peso de los contratos de menos de siete días ha pasado del 26% al 36% en un año.
Lógicamente, el Gobierno prefiere poner el foco en la reducción del número de contratos temporales muy cortos, pero tampoco aquí salen las cuentas. Mientras el descenso general es del 39%, los de menos de 7 días lo han hecho mucho menos de la mitad, solo un 15%. Esto permite inferir que otras de las medidas incluidas en la reforma laboral, esta vez por parte del Ministerio de Inclusión y Seguridad Social, no ha tenido el efecto esperado. Hablamos de la penalización con una "sobrecotización" de los contratos de muy corta duración.
El contrato más precario
El departamento que dirige José Luis Escrivá no ha publicado series estadísticas sobre su eficacia. El ministro suele esgrimir gráficos y datos en sus comparecencias e incluso en su cuenta de Twitter, para asegurar que las bajas de empleos de muy corta duración se han reducido, aunque no especifica si se trata de asalariados con contratos indefinidos o temporales, ni las causas de la salida de su afiliación.
Algo que resultaría conveniente especificar, ya que las estadísticas oficiales de su propio departamento muestran un descenso de las bajas por finalización de un contrato temporal, pero también un récord de despidos y extinciones por no superar el periodo de prueba.
Aunque también el Ministerio de Trabajo ha hecho excepciones en su reforma laboral para introducir modalidades muy volátiles, como es el caso de los contratos para artistas introducidos en marzo de 2022. En su momento, se consideró una cesión al sector para permitir contrataciones de intérpretes y técnicos ligadas a representaciones y giras.
El SEPE ha tardado un casi un año en desglosar las cifras, hasta después de la publicación del Estatuto del Artista. Y los resultados confirman las sospechas: en marzo, los más de 16.000 contratos firmados tuvieron una duración media de 6,47 días, lo que al convierte en la modalidad contractual más precaria.