
Mientras presidentes, expertos, empresarios y activistas de todo el mundo se reúnen en Egipto para abordar la crisis climática, el Consejo Británico de la Moda (BFC) ha anunciado su intención de convertir a Reino Unido en el líder de las economías circulares. Para lograrlo, ha trazado un ambicioso plan.
La estrategia en cuestión se basa en el concepto "Doughnut Economics" ("Economía de la rosquilla"), introducido en 2012 por la economista británica Kate Raworth y centrado en alcanzar una dinámica regenerativa y distributiva. En concreto, se trata de modelo que consta de dos anillos concéntricos: una base social, centrada en que nadie se quede atrás, y un techo ecológico, en el que se marcan claramente los nueve límites de la Tierra -en cuanto a acidificación de los océanos, la polución química, la pérdida de biodiversidad o la conservación de los terrenos, entre otros-, para no sobrepasarlos. En el centro del donut se encuentra un espacio ecológicamente seguro y socialmente justo, en el cual "la humanidad puede prosperar", según Doughnut Economics Action Lab en su página web.
Partiendo de este concepto, el BFC se ha propuesto poner en marcha en los próximos tres años una serie de talleres donde los principales actores -desde empresas de la industria de la moda, pasando por inversores y consumidores, hasta representantes de los gobiernos locales- pongan en común sus conocimientos y diseñen proyectos piloto que, de funcionar, se intentarán escalar. Se centrarán en 10 áreas de acción prioritarias, entre las que se encuentra el empoderamiento del consumidor, el ecosistema post-uso (una vez la ropa ha cumplido su función) o la inversión en innovación. El objetivo de esta etapa es reducir el volumen de nuevas prendas, maximizar la utilización de las que ya están en el sistema y, por último, optimizar los métodos de clasificación y recuperación de materiales.
Por el momento, se va a poner en práctica en Londres y Leeds. La elección no es casual. Por un lado, la capital de Reino Unido ya alberga iniciativas centradas en el alquiler, la reventa y el reciclaje, pero aún se debate por encontrar el equilibrio entre el impacto medioambiental y su economía. Por su parte, la ciudad del condado de Yorkshire es escenario de acciones más enfocadas en alcanzar algún tipo de impacto social en su núcleo. En ese caso, el principal obstáculo es que los grupos que las llevan a cabo están aislados y fragmentados, según publica Vogue Business.
No obstante, la idea es que el proyecto se expanda a otras ciudades y sirva para regular la sostenibilidad, algo en lo que Reino Unido se ha quedado rezagado con respecto a EEUU y la Unión Europea debido a la inestabilidad política y económica de los últimos meses.
Asimismo, está pensado para que pueda dar el salto al ámbito internacional. Aunque cada ciudad tiene unas necesidades diferentes, todas están sintiendo de una u otra manera los factores de estrés globales. Por ese motivo, la directora ejecutiva de BFC, Caroline Rush, cree que "tener redes de apoyo para colaborar y acelerar el trabajo en lugar de hacerlo en silos, mantendrá a la gente en el camino de la sostenibilidad".
¿Es sostenible el cuero vegano?
Los últimos años han estado marcados por una toma de conciencia por parte de la industria de la moda de su papel en la crisis climática, en gran medida impulsada por las demandas de sostenibilidad de los consumidores. Con el objetivo de ser más respetuosas con el medio ambiente, muchas empresas del sector han optado por cambiar la piel de origen animal por el cuero vegano.
Este material se puede fabricar a partir de residuos alimentarios, como las hojas de piña o las cáscaras de coco, y de micelios, la base de los hongos, pero también de petróleo. Una alternativa al cuero tradicional que, desde el sector, no consideran demasiado sostenible. Es el caso de la diseñadora Anya Hindmarch o Bill Amberg, diseñador de interiores y muebles de piel, quienes, entre otros, apoyan la campaña #LeatherTruthfully de Leather UK. El objetivo de esta iniciativa es frenar la desinformación sobre el material de origen animal, así como para exponer "la verdad sobre las alternativas al cuero", que amenazan un mercado de 128.610 millones de dólares, según datos de ResearchAndMarkets.com.
La falta de educación que expone la asociación de la industria peletera de Reino Unido es real: el 50% de los 2.000 británicos encuestados cree que los animales se crían única y exclusivamente para fabricar piel, mientras que el 74% encuentra confuso el término "cuero vegano" y desconoce que pueda proceder de un derivado del petróleo, según un estudio encargado por Leather UK que recoge Forbes.