La duración media de los nuevos contratos temporales firmados en agosto se situó en los 39,01 días, la menor anotada en ese mes de toda la serie histórica. Pese a los intentos de la reforma laboral para penalizar los empleos de menor duración, las empresas han seguido apostando por ellos para las necesidades eventuales de personal en la recta final del verano.
La normativa laboral que entró en vigor en enero ha tenido un impacto innegable en las estadísticas de contratos. Los temporales se han desplomado un 39,7% respecto a agosto de 2021 y los indefinidos se han disparado un 325,9%.
De esta forma, si hace un año los fijos sumaban apenas el 8,75% del total, el pasado mes alcanzaron el 39,47%. Pero este este espectacular incremento se ha nutrido sobre todo del desplome de los eventuales de duración indeterminada, que han pasado de suponer el 32,85% del total de contratos a solo el 5,85%.
El grueso de esta categoría se componía de los ahora extintos contratos por obra y servicio. Ahora solo engloba contratos por sustitución.
Quedan por otro lado 770.060 contratos temporales de duración determinada. Son estos los únicos para los que la Estadística de Contratos del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) puede ofrecer la duración, ya que se explicita en el momento de la firma. Han caído un 16,01% respecto a hace un año.
Pero aun así mantienen su peso mayoritario sobre el total de contratos. El pasado mes de agosto suponían un 54,71%, apenas un 4% menos que el nivel alcanzado hace un año. Lo que ha caído es su duración, de los 43,5 días de hace doce meses a los 39,01 actuales.
Esto, dicho de otra forma, significa más de la mitad de los contratos firmados en España ha visto reducida su duración respecto a la media de hace un año. La tasa es aún mayor si excluimos las conversiones a indefinidos de temporales ya existentes: llegan al 64% de las contrataciones iniciales.
El impacto de la reforma laboral
Esta evolución plantea dudas sobre los efectos de la reforma laboral en la calidad del empleo. Más allá de suprimir los contratos por obra y servicio, la norma planteaba medidas para penalizar los contratos de muy corta duración, sobre todo a través de un aumento de las cotizaciones. Aunque esta media parece haber tenido un impacto irregular si nos atenemos a la duración de los empleos.
Pese a ser un mes que encarrila el fin del verano, lo cual se traduce en un descenso del empleo y los contratos temporales que se firman son más cortos, agosto de 2022 ni siquiera ha podido batir a los de 2019, que ostentaban el mínimo anterior con 40,6 días (y un 8,11 de contratos indefinidos).
Sin embargo, esta longevidad no siempre ha sido tan escasa. En agosto de 2007, justo antes de la crisis financiera, los contratos de duración determinada anotaron una duración de 68,7 días, casi el doble que cinco años después. Y entonces suponían un porcentaje del 53,87% del total de contratos.
Las circunstancias de la producción se acortan
Fue la crisis financiera, que se tradujo en una enorme destrucción de empleo temporal, la que modificó el modelo con contratos cada vez más cortos. Una tendencia que no se revertió ni siquiera cuando la recuperación económica reactivó el mercado laboral.
De hecho, los datos de 2019 sembraron la sospecha de que cuanto más crece el empleo en una economía tan despidiente del turismo y la hostelería como la nuestra, más se acortaba la duración de los contratos temporales en verano.
Los de 2022, año con un mercado laboral que funciona casi con normalidad, parecen confirmarlo, sin que la reforma laboral haya tenido un efecto sustancial
La explicación está en el tipo de contratos. Nueve de cada diez contratos de duración determinada son por circunstancias de la producción. Suponen por sí solos el 48% del total de contratos y el 52% contando solo los iniciales.
Pero su duración ha ido en sentido opuesto: en agosto la duración media era de 31,36 días, 6,72 menos que hace un año.
El 93% de estos contratos duran menos de tres meses, y el 37% menos de siete días. Esto revela que el aumento de esta modalidad no está acompañándose, precisamente, de una mejora de su estabilidad.