Joe Biden se acaba de sumar una victoria en el enfrentamiento tecnológico contra China. La Cámara de Representantes ha ratificado este jueves el proyecto de ley Chips, aprobado ayer por el Senado, para invertir 280.000 millones de dólares en tecnología e investigación, con 52.000 millones destinados a promover la fabricación nacional de semiconductores para 'independizarse' de la producción asiática.
La votación salió adelante con el apoyo unánime de la mayoría demócrata -salvo por Sara Jacobs, miembro de la familia fundadora de la fabricante de chips Qualcomm, que alegó conflicto de interés para abstenerse- y 24 republicanos, que se saltaron la disciplina de voto. En total, 243 a 187 en la Cámara Baja, después de que el Senado aprobase la ley por 64 a 33, con 17 republicanos sumándose a la mayoría. Ahora solo falta la firma de Biden, que llegará en cuestión de días.
La ley tiene como objetivo devolver a EEUU a la cabeza de la producción mundial de chips, un puesto que ahora ocupa el sudeste asiático. Y a la cabeza está la principal firma de Taiwán, TSMC, que produce unos semiconductores mucho más avanzados de los que puede producir EEUU. Pero su delicada posición geopolítica, a pocos kilómetros de un vecino, China, que la considera parte de su país y no descarta la invasión militar, crear un enorme riesgo para el suministro mundial de estos productos tan preciados.
La escasez mundial de chips producida durante la pandemia, cuando las fábricas chinas, surcoreanas y japonesas tuvieron que interrumpir la producción en algunos momentos, y vieron entorpecidos los envíos por el colapso de las cadenas de suministros mundiales, ha puesto sobre la mesa la necesidad de autosuficiencia.
Europa, por su parte, también ha emprendido un plan para crear su propia industria independiente de semiconductores. La UE en su 'EU Chips Act' ha comprometido 43.000 millones de euros, 11.000 de ellos en ayudas directas procedentes de los fondos de la Unión Europea. Esta inversión servirá para investigación y, por otra parte, para garantizar el despliegue de una red industrial y tecnológica. El objetivo de Bruselas es que para el año 2030 el Viejo Continente sea el responsable del 20% de la producción mundial, garantizando su independencia de la logística asiática y estadounidense. Esto significaría multiplicar por dos su actual producción.