Hace un siglo, otro Vladimir, Lenin, dijo "Hay décadas en las que nada ocurre, y semanas en las que ocurren décadas". La invasión rusa de Ucrania parece haber empujado a la UE a una de esas crisis en las que ocurren décadas de golpe. Este martes, la Comisión Europea anunció sus planes para reducir en dos tercios el consumo de gas ruso este año, y eliminarlo para 2030, con un objetivo doble: la independencia geopolítica de Moscú, y el cumplimiento de los objetivos de cambio climático. Es un plan muy ambicioso, que requerirá de esfuerzo y ayuda extranjera. Y el presidente de EEUU, Joe Biden, ya ha dejado claro que su país va a hacer todo lo posible por ayudar a Europa a lograr sus objetivos.
El primero de los puntos es reemplazar las exportaciones de petróleo ruso que va a dejar de comprar EEUU y el Reino Unido, y que también va a recortar la UE. Washington tiene una reserva estratégica de crudo, que se ha usado dos veces, y está debatiendo que llegue la tercera en los próximos meses si es necesario. Su uso es temporal, pero serviría para poder buscar nuevos proveedores.
Y aquí es donde entra el que hasta hace poco era un enemigo jurado de EEUU. La Venezuela del dictador Nicolás Maduro dio el lunes un giro sorprendente a su política exterior, que ya venía sugiriendo desde que empezó la guerra, y anunció reuniones con la Administración Biden para recomponer su inexistente relación. Donald Trump dejó de reconocer a Maduro como presidente legítimo del país después de que este ilegalizara al Parlamento tras la victoria de la oposición y lo reemplazara por una cámara compuesta solo por chavistas mediante una serie de elecciones fraudulentas. Además, Trump impuso una serie de sanciones que han estrangulado a la industria petrolera del país, y que aceleraron la enorme crisis económica que arrastra Venezuela desde la llegada al poder de Maduro.
En este tiempo, Maduro se ha echado en manos de Rusia y China como forma de sostener su maltrecha economía. Pero la semana pasada, Venezuela se negó a apoyar a Rusia en la Asamblea de la ONU, un gesto que causó sorpresa a nivel internacional. Y este lunes, de forma más inesperada aún, Maduro anunció reuniones con altos cargos del Gobierno estadounidense para negociar el levantamiento de las sanciones y la reanimación de la industria petrolera, que necesita de fuertes inversiones para volver a ponerse en pie. A cambio, Maduro anunció un programa de diálogo con la oposición, que quiere una hoja de ruta para recuperar la democracia en el país, y una curiosa promesa: "Producir tres millones de barriles por la paz mundial". En otras palabras, EEUU parece estar dispuesto a rehabilitar a Maduro si este reemplaza a Rusia en el mercado petrolero internacional.
Un 'Plan Marshall' industrial
De cara a Europa, Biden parece dispuesto a buscar en el cajón de las herramientas de la Segunda Guerra Mundial. Según fuentes del Washington Post, la Casa Blanca está estudiando imitar la Ley de Préstamo y Arriendo, una ley aprobada en 1941 que permitía al país "suministrar cualquier tipo de material" necesario para ayudar a Europa y otros países aliados a ganar la guerra.
En este caso, sin embargo, las armas que necesita la UE no son metralletas ni tanques, sino bombas. Pero bombas de un tipo muy específico: bombas de calor, para sustituir las calderas de gas tan comunes por todo el continente. El plan de Washington supondría poner en marcha a la industria estadounidense, invocando la Ley de Producción para la Defensa, a producir bombas de calor para su exportación a Europa al precio más barato posible. Así se podría cumplir con uno de los objetivos del proyecto de Bruselas, de reducir al mínimo el consumo de gas domiciliario para finales de esta misma década.
Estos mecanismos, además, van de la mano con otro de los deseos de Biden: acelerar la electrificación de la economía estadounidense para reducir el impacto de los altos precios del crudo y frenar el cambio climático. Y EEUU está dispuesto a ayudar a la UE con tecnología si es necesario, para aumentar la velocidad del proceso a ambas orillas del Atlántico. EEUU está cerca de la independencia energética. Pero esta guerra puede haber empujado a Europa a buscar la suya cuanto antes.