
La perspectiva de que Mario Draghi se convierta en presidente -jefe de Estado- de Italia y deje de ser primer ministro es uno de los principales riesgos a los que se enfrenta la economía del país, y esa marcha también afectaría a la Zona Euro en general. Un estudio de Bloomberg Economics ha modelado las posibles consecuencias sobre la economía europea, asumiendo que la inestabilidad política provoque una subida de la prima de riesgo de 300 puntos básicos y la incertidumbre aumente dos desviaciones estándar.
Con un mandato limitado y con miedo de quedarse aislado frente al resto del mundo, que está endureciendo sus políticas monetarias, el Banco Central Europeo podría aplazar las compras de bonos necesarias para parar la sangría italiana, en un reflejo negativo del "Whatever it takes" de Draghi. El brusco endurecimiento de las condiciones financieras podrían recortar más del 4% del nivel del PIB para finales de 2022. Aun así, la actividad se recuperaría más rápido que después de la crisis de deuda de 2011, ya que el BCE sigue listo para actuar y la UE se ha puesto de acuerdo en evitar la austeridad. De todas maneras, el golpe no sería nada agradable para los mercados financieros.
Draghi, que lidera un Gobierno tecnócrata con el apoyo de casi todo el arco parlamentario aunque sin demasiado entusiasmo, ha insinuado que podría aceptar convertirse en presidente del país el próximo mes si el parlamento le elige.
"Como primer ministro, Draghi da la imagen en casa, en Europa y ante los inversores globales de ser un garante de la estabilidad. Su presencia ayudará a lograr algunos avances en las reformas estructurales que necesita Italia para reactivar el crecimiento", dijo Guidogiorgio Bodrato, economista de Berenberg. Su posible salida "introduce un grado significativo de riesgo político en Italia".
El primer ministro dijo que "se dan las condiciones para la estabilidad" independientemente de quién lidere un futuro gobierno, siempre y cuando cuente con el apoyo de la misma amplia mayoría que existe ahora, y de que se eviten las elecciones anticipadas antes de que finalice la legislatura en 2023. Las encuestas dan prácticamente un cuádruple empate entre dos partidos de derecha dura -la Liga de Matteo Salvini y los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni-, el centro-izquierda del Partido Demócrata y el populismo centrista del Movimiento Cinco Estrellas. El posible desempate podría quedar en manos de dos ex primeros ministros: el centro-derecha de Forza Italia, de Silvio Berlusconi; y una serie de pequeños partidos de izquierda entre los que destaca Italia Viva, de Matteo Renzi.
Un 'cónclave' fundamental
Draghi, expresidente del Banco Central Europeo, es considerado uno de los principales candidatos a la presidencia, que se votará de forma secreta en el Parlamento el próximo mes. La elección, que puede durar días y se parece a los cónclaves papales por sus procedimientos opacos y complejos, a menudo requiere varias rondas de votación antes de llegar a un consenso. No hay candidatos oficiales, sino que depende enteramente de lo que decidan los diputados y senadores.
La incertidumbre sobre el futuro de Draghi también está desestabilizando a la coalición gobernante, que incluye a la Liga, el Movimiento Cinco Estrellas y el Partido Demócrata.
De ser electo, Draghi aún tendría poder como presidente, aunque de un tipo diferente. Aunque el cargo es principalmente ceremonial como jefe de Estado, los presidentes italianos eligen a los primeros ministros. Y el complejo y caótico sistema político italiano ha obligado a numerosos presidentes a nominar candidatos técnicos que no hayan salido de las urnas ni lideren ninguno de los principales partidos, como es el caso del propio Draghi.
Como presidente, Draghi también tendría la última palabra en la disolución del parlamento, lo que lo convertiría en una fuerza estabilizadora en la alocada arena política italiana. Los presidentes italianos también pueden rechazar leyes y decretos por motivos constitucionales.