En el matrimonio entre la actual secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, y el premio Nobel, George Akerlof, las ineficiencias del mercado se debaten entre fogones. No solo porque la expresidenta de la Reserva Federal sea una excelente cocinera y una reconocida foodie, como dirían los influencers de hoy en día, sino porque ambos han entrelazado desde el comienzo de su relación, hace más de cuatro décadas, la economía doméstica como pilar de su fructífera unión.
Precisamente, hoy se cumple un mes desde que Yellen jurase su cargo ante la vicepresidenta, Kamala Harris. Un acto en el que estuvo escoltada por Akerlof y el hijo de ambos, Robert, quien también ha heredado el entusiasmo de sus progenitores por la teoría económica. Su retoño, en la actualidad profesor en la Universidad de Warwick, en Reino Unido, inspiró uno de los más afamados análisis conjunto de sus progenitores. Tomando como referencia la necesidad de contratar por primera vez a alguien que cuidase del pequeño, este tándem de economistas concluyó que los salarios más bajos no siempre conducen a una mayor generación de empleo.
Al respecto, el matrimonio concluyó que algunos empleadores fijan sueldos más altos para demostrar que valoran a sus trabajadores y así garantizar un resultado mucho más fructífero. Esto ocurre incluso cuando los competidores y el mercado dictan como tendencia común unos salarios más bajos. Un caso concreto es el cuidado de los más pequeños, donde muchas familias están dispuestas a pagar sueldos más altos que la media dada la importante tarea en ciernes. De esta forma, Yellen y Akerlof demuestran que no sólo los sueldos pueden ser más altos de lo esperado, sino también que las emociones humanas importan en el mercado laboral.
Hablando de emociones, ambos reconocen que lo suyo fue un puro flechazo tanto en lo económico como en lo sentimental. El escenario de su romance comenzó en la cafetería de la Reserva Federal, allá por noviembre 1977, cuando Akerlof ejercía de consejero en tránsito en el banco central de Estados Unidos y Yellen se estrenaba como investigadora. Tras atender un seminario, el abarrotado almuerzo con el conferenciante les llevó a ocupar una mesa aledaña. "Congeniamos totalmente. Nuestros puntos de vista y nuestras personalidades encajaban muy bien. Eso fue en noviembre. En Nochevieja ya estábamos comprometidos", relataba Yellen en 2014 a la revista Time.
Esto corrobora la versión Akerlof, quien en su autobiografía para la Fundación Nobel confirmó que no sólo sus personalidades encajan perfectamente, sino que también han estado siempre de acuerdo en lo que a macroeconomía se refiere. "Nuestro único desacuerdo es que ella es un poco más partidaria del libre comercio que yo", confesó. Algo que, sin embargo, ha cambiado bastante si atendemos a las declaraciones de Yellen durante su proceso de confirmación como secretaria del Tesoro. En su comparecencia ante el Comité de Servicios Financieros del Senado esta economista dejó claro que dará prioridad a las inversiones nacionales en trabajadores e infraestructuras antes de embarcarse en cualquier nuevo acuerdo de libre comercio. También arremetió contra las "abusivas" prácticas comerciales de China.
Sea cual sea la postura familiar, el debate se producirá en la cocina, donde seguramente Janet hará gala de su "realismo de mesa" y su afán por cuestionar y buscar la verdad, dondequiera que se encuentre. Una habilidad que desarrolló durante su doctorado en la Universidad de Yale bajo el ala del legendario keynesiano James Tobin, que le enseñó que la economía debe ocuparse de la gente de a pie. Mantra que ha practicado durante toda su carrera académica y profesional.
George, quien compartió el Nobel de Economía en 2001 con Joseph Stiglitz y Michael Spence por su exhaustivo análisis de los mercados con información asimétrica, quizás proponga un argumento algo menos disciplinado pero seguramente más artístico. Al fin y al cabo fue quien mezcló coches y limones para explicar cómo la calidad de los productos en un mercado puede degradarse en presencia de información incompleta entre compradores y vendedores. Entre medias, Robert, canalizará la creatividad y la sensatez de ambos a la hora de abordar algunas de las conclusiones de las "Narrativas y la Economía de la Familia", uno de sus trabajos más recientes.
La primera mujer en liderar la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro a este lado del Atlántico no se muerde la lengua al manifestar que Akerlof, junto con Tobin, han sido su mayor influencia intelectual. No solo eso, enaltece el apoyo de su marido, quien le ha permitido compaginar la maternidad con una carrera académica y profesional sin precedentes. "Creo que si contamos las horas que cada uno de nosotros ha dedicado (a cambiar pañales y lavar platos), él se lleva sin duda más del 50%", calculaba en una entrevista con la periodista Rana Foroohar.
Y es que si algo perdurará más allá de los galardones, la rúbrica en los billetes de dólar, la odisea por deshacer los años de política ultraacomodaticia tras la crisis financiera o las cábalas actuales por financiar nuevos estímulos fiscales será su compañerismo y compenetración. Yellen y Akerlof demuestran una sintonía afín, no solo en lo académico, también en lo terrenal, que les ha llevado a vivir en el Reino Unido, Berkeley (California), San Francisco y Washington, siempre en busca de un restaurante con al menos una estrella Michelin, compaginando carreras paralelas y una vida familiar.