
La crisis del 'coronavirus' está teniendo una consecuencia no esperada como es el retroceso de los movimientos populistas tanto de derecha como de izquierda. Con casos recientes en los últimos años como el griego, son gobiernos que difícilmente aguantan los primeros envites de una crisis ya que ni están preparados para ello ni tampoco son capaces de reaccionar convenientemente poniendo en marcha políticas de ajuste.
El coste para las economías y sus ciudadanos de tener gobiernos populistas se evidencia especialmente en momentos de recesiones profundas como la actual, con más de un 25% de los países del mundo gobernados por populistas, en una tendencia sostenidamente creciente en las últimas tres décadas. En este sentido, las últimas derrotas electorales y las previsibles en el próximo año, contribuirán a normalizar la situación en cada país afectado pero no a acabar con el coste económico a largo plazo, incluso aunque el gobierno populista haya sido efímero. Incluso en este punto la evidencia empírica señala que la duración de los gobiernos populistas es mayor de los que no lo son: gabinetes de 8 años frente a 4 en promedio.
¿Cuál es el coste real de un gobierno populista sobre la economía de un país? Responder a esta pregunta es el objeto de una reciente publicación de enorme interés del CEPR titulada "Líderes populistas y la Economía" (CEPR Discussion Paper Series, DP 15405, Oct. 2020). En este papel, los autores (Funke, Schularick y Trebesch) realizan un estudio extenso de series históricas desde 1900 analizando los impactos de regímenes populistas (tanto dictatoriales como en gobiernos democráticos) sobre las economías. En este sentido, cuando se suceden gabinetes de corte populista en un país durante 15 años, el coste en términos de PIB es, en promedio, del 10%. Es decir, cada economía sometida a regímenes populistas pierde una décima parte de su riqueza.
Cuantificar el coste en términos de PIB no es sólo el único indicador que se ve afectado. Un gobierno populista tiene como rasgo característico disparar el gasto público y, dada la incapacidad de realizar ajustes fiscales vía ingresos, aumentar de forma vertiginosa la deuda pública. De hecho, el principal elemento que provoca cambios traumáticos en este tipo de países suele ser tener una deuda explosiva imposible de poder pagar y sin el tamaño suficiente para ser monetizada sin que suponga consecuencias híper-inflacionistas.
Esto es lo que ha sucedido en varios países latinoamericanos durante décadas (Dornbusch y Edwards, 1991). Sin embargo, en los países occidentales, la existencia de políticas monetarias comunes entre países, sistemas de transferencias fiscales también entre países o tener divisas de reserva, han supuesto diques de contención de graves crisis de deuda o de inflación. Es el caso de Italia, la cual gracias a la pertenencia a la Unión Europea y la Eurozona ha conseguido amortiguar los efectos de una sucesión de gobiernos populistas que, antes de la crisis COVID, dejaron la deuda en el 130% del PIB. Tal como señala Caixabank Research (2018) la generación de continuos superávits primarios no ha sido suficiente para embridar una deuda tan alta y, en consecuencia, un estancamiento económico notable como puede verse en el nulo avance del PIB per cápita y un crecimiento promedio de la economía real del 0,5% durante prácticamente dos décadas.
Más allá de la preocupación generada por los mandatos de Trump en Estados Unidos, Johnson en Reino Unido o Bolsonaro en Brasil (todos ellos países de gran tamaño, con soberanía monetaria y capacidad de monetizar el coste de la deuda), en Europa hay varios gabinetes populistas que ahora son objeto de vigilancia por parte de la Comisión Europea en lo formal, pero no desde el punto de vista más preocupante a largo plazo como es la acumulación de deuda y el empobrecimiento de la sociedad.
De hecho hay un caso en esta dinámica: España. La aprobación en el Congreso de los Presupuestos Generales del Estado para 2021 evidencia una política económica más cerca del populismo que de la centralidad tan necesaria en momentos como el presente. Mediante una generalización de las políticas de rentas, el actual Gobierno de coalición se queda prácticamente solo en Europa abordando una grave crisis estructural con políticas ultra-expansivas. Esto es sólo sostenible mientras continúe llegando la liquidez europea y no se produzca un shock (que puede ser externo o interno) que genere una 'mutación' de la crisis que acabe con la política populista vía rescate o control de las cuentas españolas.